Hoy os invito a navegar una vez más por la historia, al tiempo que os deleitáis visitando uno de los lugares más característicos de nuestra provincia.
Vamos a visitar Baños de la Encina y su castillo milenario.
Entre el caserío, destaca uno de los pocos ejemplos de molinos antiguos que existen en la provincia.
Construido con sillares rojizos de la zona, sobresale en lo más alto del pueblo y hoy es un recurso turístico más.
Entre sus calles y plazas, también llama la atención su Iglesia de San Mateo, una obra de arte en sí misma, a la que dedicaré un capítulo aparte en este blog, puesto que hoy el protagonista es el imponente castillo al que nos dirigimos.
Tras pasar un antiguo arco monumental, llegamos hasta la fortificación califal del Castillo de Burgalimar. Muy cerca, podremos encontrar amplias plazas de aparcamiento junto a la oficina de turismo.
El castillo se encuentra asentado en una peña rocosa que le da forma de barco y es uno de los más antiguos de la España medieval.
En la portada, nos encontramos con una réplica de la lápida conservada en el Museo Arqueológico Nacional que nos habla de cómo Hakan II mandó construir este castillo, terminado en el año 968.
Creado para el acuartelamiento de tropas bereberes preparadas para repeler ataques y realizar incursiones en territorios cristianos, este enclave fue estratégico para controlar la ruta entre Córdoba y Toledo.
El castillo es “muy diferente” al tipo del que estamos acostumbrados usualmente en la provincia, pues no está construido por rocas y sillares sino que se levantó con tapial rojizo, al mezclar arcilla, arena, cal y piedras pequeñas que se colocaron en capas utilizando moldes de madera de las que se conservan los agujeros para el andamiaje, en cuyo interior fraguaba la mezcla con la cal que se endurecía al evaporarse el agua.
Una técnica ancestral parecida al encofrado de cemento, que era muy dura y resistente y pese a ello, el castillo además se pintaba por fuera para añadir solidez.
El castillo tiene catorce torres cuadradas de tres pisos, huecas y algunas incluso con sótano, dotadas con almenas. Todas ellas son iguales a excepción de una: la llamada Almena Gorda o torre del homenaje levantada en el siglo XV sustituyendo a otra de época califal que sobresale entre todas las demás. Una torre que se encuentra dirigida hacia la propia población para su control y como símbolo del poder cristiano frente a los árabes.
Accedemos al castillo por una puerta decorada por arcos de herradura y protegida por dos torres, que nos permite acceder al patio de armas que contó con un aljibe dividido en dos naves, con bóveda de cañón.
Tras la conquista cristiana, dentro del castillo se construyó un alcázar con un torreón circular del que hoy solo quedan los cimientos.
Hablando de la conquista, fue conquistado en 1147 por Castilla, para volver pronto a ser conquistado por los árabes; hasta 1212 tras la Batalla de las Navas, que fue reconquistado mediante pacto entre el reyezuelo de Baeza, Albayasi y Fernando III.
Pasada la guerra y unificada Castilla llegando a la actual España, el castillo perdió su uso militar, pero siguió utilizándose con múltiples usos por los y las bañuscos, llegando al siglo XIX cuando tras una epidemia de cólera, fue utilizado como cementerio. Un uso que trajo no pocos problemas a este enorme monumento, puesto que el gran aporte de tierra y materia orgánica al enorme espacio del patio, supuso que se sucedieran fuertes tensiones hacia las murallas del mismo, que provocaron grietas y problemas serios en su estructura que llevaron a una reciente intervención arqueológica que salvó a este monumento y lo puso en valor para su visita.
Un monumento que, por cierto, fue declarado Monumento Nacional Histórico Artístico tras la proclamación de la Segunda República y que a día de hoy, es uno de los más famosos y visitados de la provincia.
Fue además escenario de la grabación de la película El Capitán Trueno y el Santo Grial, al que se le hacen varios guiños durante la visita al castillo.
Una visita llena de historia y curiosidades, que ofrece además una visión fantástica de todo Baños de la Encina y de buena parte de la provincia, desde la posición privilegiada de sus torres y murallas.
Una visita indispensable en un pueblo que tiene aún mucho que ofrecer y mostrar.
Regresaremos.
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