Saludos, amigas y amigos.
En esta tierra que constantemente se ve azorada por el fantasma de la
sequía, cuya amenaza va creciendo por culpa del cambio climático, es
siempre un auténtico placer disfrutar de los generosos manantiales,
fuentes, y demás paraísos acuáticos que podemos encontrar a lo largo de
la provincia.
Hoy quisiera acompañaros a descubrir uno de ellos.
Dirigimos nuestros pasos hacia la pequeña pedanía de
Arbuniel, perteneciente a Cambil, vigías ambas poblaciones de una parte
de la Sierra Mágina, que durante siglos fue frontera entre reinos y
lugar de escaramuzas constantes durante la Reconquista.
Pues bien, uno de los grandes reclamos de Arbuniel, que no el único,
está a las afueras del pueblo donde se encuentra el llamado Nacimiento
del Río Arbuniel.
En este lugar, podemos descubrir un hermoso estanque o charca de aguas
frescas y cristalinas a los pies del Monte de Torre Gallerín.
Este enorme embalse de aguas turquesas recoge las aguas abundantes que
nacen en el lugar y las reparte por todo el pueblo en una serie de
canalizaciones que lo llenan de vida.
Además, junto a este enorme lago de agua dulce, se encuentra una antigua
central hidroeléctrica (de cuatro que existían) que utilizaba la
corriente del agua para generar electricidad, siendo una importante
fuente de energía limpia y hoy lamentablemente perdida. También antaño
movieron molinos harineros y de aceite.
Este caudaloso manantial, orgullo de los habitantes de la zona que surge
con fuerza entre las rocas del entorno, forma además del gran estanque
varias pequeñas cascadas que refrescan el ya de por sí fresco lugar, al
tiempo que aquí podemos disfrutar de la tranquilidad y el sosiego que se
respira al estar la zona habilitada para zona de recreo.
Además, aquí viven multitud de especies animales y vegetales
subacuáticas, representadas sobre todo por una hermosa bandada de patos
que hacen las delicias de los visitantes y forman una estampa única que
enamora a cuantos se acercan hasta aquí.
Si no lo habéis hecho ya, tenéis que venir a Arbuniel.
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lunes, 15 de octubre de 2018
lunes, 8 de octubre de 2018
Frailes, corazón serrano de agua y sosiego
Saludos, amigas y amigos.
Hoy, me encuentro feliz por volver de nuevo mis pasos a mi Sierra Sur de Jaén querida. Un lugar cautivador, con bosques vírgenes y salvajes desconocidos por la mayoría, que esconden hermosos pueblos donde aún es posible disfrutar de esa vida lenta, auténtica y tradicional que poco a poco se va olvidando en este mundo globalizado y loco.
Os quiero invitar a conocer uno de esos remansos de paz; hoy nos dirigimos a Frailes.
Frailes es un pueblo de frontera; frontera entre las provincias de Jaén y Granada, y frontera entre el olivar y la sierra.
Entre el llano y las calles empinadas, surge Frailes.
Esta pequeña población, antigua alquería árabe conquistada por Alfonso XI junto a Alcalá la Real, fue creciendo entre las laderas que se levantan a la orilla de los arroyos que corretean por su vega y que acaban formando el Río Frailes que después se transformará en el Río Velillos.
Una vega que alimentó desde siempre a esta población haciéndola crecer paulatinamente. La riqueza en aguas del lugar aún hoy sigue siendo famosa y las múltiples fuentes que adornan el pueblo, le dan un carácter que muchos envidian en esta tierra tan privada del gran regalo del agua.
Para comenzar nuestro paseo, lo hacemos desde la zona baja que ya desde este punto forma un singular entramado de calles que tienen que adaptarse al tajo por el que cruzan dos ríos, y donde abundan las oquedades reutilizadas como casas cuevas o tabernas.
El paseo por esta larga avenida, franqueada en sus inicios por la Ermita de San Pedro y la Fuente Elvira, va bajando entre parques y zonas con árboles frondosos mientras vamos acercándonos al edificio del Balneario; el cual antaño existió en el lugar y hoy se está tratando de recuperar de nueva planta para atraer a turistas a disfrutar de las ricas aguas del lugar, como antaño ya se hacía.
Si comenzamos a ascender por sus tortuosas calles, el sonido del agua será una constante en nuestro caminar mientras nos vamos adentrando en el Frailes más histórico.
Entre casonas históricas, encontramos la Iglesia de Santa Lucía, adornada con una fresca y cantarina fuente que forma un hermoso escenario desde donde contemplar además, unas bellas vistas que la altura nos va ofreciendo conforme vamos ascendiendo.
El templo, construido en el siglo XVI, aunque ampliado en varias ocasiones al tiempo que aumentaba la población local; guarda la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, cuya devoción entre los fraileros/as es muy grande.
Si seguimos ascendiendo por estas calles, nos vamos empapando de la hermosa y sencilla vida de los habitantes de esta zona rural; donde aún se mantiene el blanco de la cal adornado por flores ornamentales que llenan de luz y color cualquier rincón.
Eso sí, rincones que, de nuevo, vuelven a estar ataviados por el agua, que entre flores y adornos aparece en forma de torrente o pequeña cascada a cada segundo. Solo de pensar como debe de ser vivir con este constante murmullo de agua, uno se enamora más y más de este pueblo.
Casas cueva vuelven de nuevo a asaltarnos en nuestro caminar, adornadas por todo un festival de color cuidado primorosamente por los vecinos, que miman su pueblo como su propia casa que es.
Lentamente vamos llegando a la zona alta, donde nos espera El Nacimiento.
En una coqueta plaza, se encuentra este excepcional manantial que con su enorme caudal, surge de las entrañas de la tierra formando un gran caño de agua escoltado por dos grifos aledaños.
Multitud de geranios en hilera van guardando el agua a su paso, dirigiéndose hacia el lavadero aledaño que aún se mantiene en uso rechazando muchas paisanas la lavadora y lavando sus ropas como se hizo en estas aguas durante siglos.
Para terminar nuestro paseo, vamos encaminándonos hasta la zona más alta del pueblo, ya fuera del casco urbano, en una zona rodeada de almendros y encinas y vamos recorriendo el camino de El Calvario hasta llegar a la Ermita de la Virgen de las Angustias.
Dicha ermita, que preside desde las alturas todo el pueblo como un faro que señaliza y guía al viajero, ofrece unas increíbles vistas de todo Frailes y del hermoso entorno que rodea a este bello pueblo en el que hoy ponemos punto y final a la visita, aunque sin duda volveremos puesto que, Frailes bien merece siempre una visitar.
Hoy, me encuentro feliz por volver de nuevo mis pasos a mi Sierra Sur de Jaén querida. Un lugar cautivador, con bosques vírgenes y salvajes desconocidos por la mayoría, que esconden hermosos pueblos donde aún es posible disfrutar de esa vida lenta, auténtica y tradicional que poco a poco se va olvidando en este mundo globalizado y loco.
Os quiero invitar a conocer uno de esos remansos de paz; hoy nos dirigimos a Frailes.
Frailes es un pueblo de frontera; frontera entre las provincias de Jaén y Granada, y frontera entre el olivar y la sierra.
Entre el llano y las calles empinadas, surge Frailes.
Esta pequeña población, antigua alquería árabe conquistada por Alfonso XI junto a Alcalá la Real, fue creciendo entre las laderas que se levantan a la orilla de los arroyos que corretean por su vega y que acaban formando el Río Frailes que después se transformará en el Río Velillos.
Una vega que alimentó desde siempre a esta población haciéndola crecer paulatinamente. La riqueza en aguas del lugar aún hoy sigue siendo famosa y las múltiples fuentes que adornan el pueblo, le dan un carácter que muchos envidian en esta tierra tan privada del gran regalo del agua.
Para comenzar nuestro paseo, lo hacemos desde la zona baja que ya desde este punto forma un singular entramado de calles que tienen que adaptarse al tajo por el que cruzan dos ríos, y donde abundan las oquedades reutilizadas como casas cuevas o tabernas.
El paseo por esta larga avenida, franqueada en sus inicios por la Ermita de San Pedro y la Fuente Elvira, va bajando entre parques y zonas con árboles frondosos mientras vamos acercándonos al edificio del Balneario; el cual antaño existió en el lugar y hoy se está tratando de recuperar de nueva planta para atraer a turistas a disfrutar de las ricas aguas del lugar, como antaño ya se hacía.
Si comenzamos a ascender por sus tortuosas calles, el sonido del agua será una constante en nuestro caminar mientras nos vamos adentrando en el Frailes más histórico.
Entre casonas históricas, encontramos la Iglesia de Santa Lucía, adornada con una fresca y cantarina fuente que forma un hermoso escenario desde donde contemplar además, unas bellas vistas que la altura nos va ofreciendo conforme vamos ascendiendo.
El templo, construido en el siglo XVI, aunque ampliado en varias ocasiones al tiempo que aumentaba la población local; guarda la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, cuya devoción entre los fraileros/as es muy grande.
Si seguimos ascendiendo por estas calles, nos vamos empapando de la hermosa y sencilla vida de los habitantes de esta zona rural; donde aún se mantiene el blanco de la cal adornado por flores ornamentales que llenan de luz y color cualquier rincón.
Eso sí, rincones que, de nuevo, vuelven a estar ataviados por el agua, que entre flores y adornos aparece en forma de torrente o pequeña cascada a cada segundo. Solo de pensar como debe de ser vivir con este constante murmullo de agua, uno se enamora más y más de este pueblo.
Casas cueva vuelven de nuevo a asaltarnos en nuestro caminar, adornadas por todo un festival de color cuidado primorosamente por los vecinos, que miman su pueblo como su propia casa que es.
Lentamente vamos llegando a la zona alta, donde nos espera El Nacimiento.
En una coqueta plaza, se encuentra este excepcional manantial que con su enorme caudal, surge de las entrañas de la tierra formando un gran caño de agua escoltado por dos grifos aledaños.
Multitud de geranios en hilera van guardando el agua a su paso, dirigiéndose hacia el lavadero aledaño que aún se mantiene en uso rechazando muchas paisanas la lavadora y lavando sus ropas como se hizo en estas aguas durante siglos.
Para terminar nuestro paseo, vamos encaminándonos hasta la zona más alta del pueblo, ya fuera del casco urbano, en una zona rodeada de almendros y encinas y vamos recorriendo el camino de El Calvario hasta llegar a la Ermita de la Virgen de las Angustias.
Dicha ermita, que preside desde las alturas todo el pueblo como un faro que señaliza y guía al viajero, ofrece unas increíbles vistas de todo Frailes y del hermoso entorno que rodea a este bello pueblo en el que hoy ponemos punto y final a la visita, aunque sin duda volveremos puesto que, Frailes bien merece siempre una visitar.
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Cascada,
Montaña,
Naturaleza,
Olivar,
Sierra sur
lunes, 20 de agosto de 2018
La Playa de Mogón, paraíso veraniego entre sierras.
Saludos, amigas y amigos.
Hoy os traigo un nuevo ejemplo, vamos a descubrir la Playa de Mogón.
Aunque ya lo hemos repetido varias veces en este blog, hoy toca de nuevo decirlo: ¿Quién dice que en Jaén no tenemos playa?
El
calor que golpea nuestro mar de olivos se vuelve mucho más llevadero,
si aprovechamos la gran cantidad de espacios acuáticos que nuestra
provincia atesora, unos más salvajes y otros habilitados para el baño.
Sea como fuere, aquí muy cerca de casa podemos disfrutar de auténticos paraísos sin salir de nuestra provincia.
Hoy os traigo un nuevo ejemplo, vamos a descubrir la Playa de Mogón.

En la localidad de Villacarrillo,
se encuentra esta pequeña pedanía a los pies de la Sierra de Cazorla,
bañada por varios ríos que bajan recién nacidos de sus cunas montañosas.
El
gran río andaluz, el Guadalquivir, se encuentra en esta pequeña
población con el río Aguascebas, que aunque de pequeño recorrido, suele
ser muy caudaloso.
Pocos
metros antes de fundir sus aguas para siempre en un abrazo, el
Aguascebas se remansa y forma una hermosa piscina natural, que es el
orgullo de los lugareños y todo un reclamo que en verano atrae
visitantes de media provincia.
Esta
piscina natural está formada por un gran remanso rodeado por un frondoso
bosque de ribera, que sustituye los bosques de la Sierra de las Villas
por donde han ido corriendo estas aguas.
Tras
pasar por el ojo del puente que comunica con la sierra, llegamos a esta
joya de grandes dimensiones que domestica la orilla del río y ofrece un
lugar idílico para disfrutar de sus fresquísimas aguas, y es que se nota
y mucho, cómo las aguas bajadas desde las alturas no tienen tiempo de
subir un par de grados; haciendo que el baño sea de los refrescantes de
verdad.
Este río, además, da más de una alegría
a la zona independientemente de la época; pues sierra arriba y sobre
todo en invierno, forma la espectacular cascada de la Osera.
En
esta playa serrana, no solo encontramos toda clase de comodidades para
disfrutar de un día a remojo olvidándonos de los rigores veraniegos,
sino que tenemos muy cerca cantidad de bares y establecimientos para
disfrutar de las buenas viandas de la sierra.

Además,
el lugar ofrece muy buenas zonas para la fotografía, no solo en la zona
de baño sino también en la pequeña cascada que forma la presa que
contiene el agua del lugar.
En definitiva, un
lugar cautivador para disfrutar este verano, para descubrir en persona y
disfrutar sin tener que salir de Jaén, sin tener que recorrer grandes
distancias, sin colas, sin atascos, de tanto como ofrece nuestra tierra.
Este verano, ¡quédate en Jaén!
Etiquetas:
Cascada,
Humedales,
Montaña,
Naturaleza
martes, 24 de julio de 2018
La Central Hidroeléctrica de Casas Nuevas en Marmolejo. Puerta del tiempo en el Guadalquivir.
Saludos, amigas y amigos.
Está claro que a veces los planes más imprevistos e improvisados son los más divertidos e incluso sorprendentes.
No hace mucho, os mostraba el Castillo de la Aragonesa en Marmolejo; pero lo que no os conté, es que en esa escapada por la historia de Jaén me encontré con una auténtica joya, que como siempre, se encuentra relegada al más absoluto de los olvidos.
Poco o nada, se encuentra por internet de este lugar, digno de estudio y más aún, digno de ser rescatado y puesto en valor, pues su singularidad es única en la provincia.
Os pongo en situación: a escasos kilómetros de la pedanía de San Julián, en el camino que se dirige hacia el castillo de la Aragonesa, nos acercamos peligrosamente al cauce del río Guadalquivir que baña estas tierras.
Aunque no existe ninguna señal que lo indique, un extraño muro de hormigón crece entre el bosque de ribera adentrándose en el río.
Si lo seguimos, atravesaremos el bosque, comprobando que este muro artificial cruza el río en toda su extensión y que se encuentra plagado de grafitis escritos en el hormigón durante la construcción que nos hablan de las antiguas gentes que aquí trabajaron hace más de cien años.
Los engranajes que movían las compuertas de esta presa que producía un desnivel de 6,5 metros, yacen hoy oxidados e inmóviles y la presa se encuentra colmatada por sedimentos y vegetación.
El agua cae en un impresionante torrente por las compuertas y justo en el centro del cauce del río, se encuentran los edificios de la central hidroeléctrica. Una ubicación muy curiosa, que nos cuenta cómo el río durante una gran riada, modificó su cauce y la presa debió ampliarse.
El edificio donde se encontraban las turbinas comenzó a funcionar a principios del siglo XX y estuvo en funcionamiento hasta los inicios de la década de los 60.
A pesar de los años de abandono y de estar expuesto a la furia del Guadalquivir, este edificio se encuentra en bastante buen estado, y los enormes huecos donde antaño se encontraban las turbinas que el agua movía, dan cuenta de la importancia del lugar y de la producción eléctrica que de aquí surgiría.
El edificio se encuentra decorado con el estilo de la época y uno no puede dejar de pensar en las múltiples oportunidades para el turismo que aquí podrían surgir... como se suele decir, de estar en otro país, hace décadas que este sitio estaría atrayendo a miles de turistas.
Pero lo curioso del lugar aún está por visitar.
Este edificio decimonónico se encuentra construido sobre la antigua estructura de un molino del siglo XV.
Las antiguas compuertas de madera de estos molinos sobreviven junto a las modernas de hierro de los aliviaderos de la presa y bajo la pasarela que cruza el río, encontramos una serie de accesos que en muchas ocasiones pasan desapercibidos.
Si bajamos por ellos, llegamos a las antiguas aceñas del molino. Un molino harinero con 6 ruedas, que proporcionaba harina a toda la comarca.
La estructura, pese a quedar sumergida durante los periodos de gran caudal, se conserva muy bien; aunque parcialmente enterrada por sedimentos.
En su interior se pueden observar gran cantidad de inscripciones antiguas, como fechas (1877), estrellas de David y todo tipo de marcas de cantero que deberían ser objeto de estudio.
En otro edificio del molino, contiguo al anterior, las sorpresas se suceden. Acceder al mismo es todo un reto, pero al llegar a la estancia que da ascenso a esta nueva aceña, nos encontramos con una pared totalmente decorada con sillares labrados con inscripciones de los trabajadores del lugar.
Inscripciones que nos hablan de canteros de Marmolejo o Andújar que trabajaron aquí entre 1890 y 1900 y que dejaron su legado que pervive hoy día. Todo esto se encuentra rodeado de una frondosa vegetación, en la que el agua y los sedimentos han ido formando varias isletas que dan cobijo a una gran variedad de fauna y flora que forman un conjunto natural e histórico que merece muchísimo más y que estoy seguro de que en el futuro, más pronto que tarde, despertará y pondrá este lugar en el sitio que le corresponde.
Está claro que a veces los planes más imprevistos e improvisados son los más divertidos e incluso sorprendentes.
No hace mucho, os mostraba el Castillo de la Aragonesa en Marmolejo; pero lo que no os conté, es que en esa escapada por la historia de Jaén me encontré con una auténtica joya, que como siempre, se encuentra relegada al más absoluto de los olvidos.
Poco o nada, se encuentra por internet de este lugar, digno de estudio y más aún, digno de ser rescatado y puesto en valor, pues su singularidad es única en la provincia.
Os pongo en situación: a escasos kilómetros de la pedanía de San Julián, en el camino que se dirige hacia el castillo de la Aragonesa, nos acercamos peligrosamente al cauce del río Guadalquivir que baña estas tierras.
Aunque no existe ninguna señal que lo indique, un extraño muro de hormigón crece entre el bosque de ribera adentrándose en el río.
Si lo seguimos, atravesaremos el bosque, comprobando que este muro artificial cruza el río en toda su extensión y que se encuentra plagado de grafitis escritos en el hormigón durante la construcción que nos hablan de las antiguas gentes que aquí trabajaron hace más de cien años.
Los engranajes que movían las compuertas de esta presa que producía un desnivel de 6,5 metros, yacen hoy oxidados e inmóviles y la presa se encuentra colmatada por sedimentos y vegetación.
El agua cae en un impresionante torrente por las compuertas y justo en el centro del cauce del río, se encuentran los edificios de la central hidroeléctrica. Una ubicación muy curiosa, que nos cuenta cómo el río durante una gran riada, modificó su cauce y la presa debió ampliarse.
El edificio donde se encontraban las turbinas comenzó a funcionar a principios del siglo XX y estuvo en funcionamiento hasta los inicios de la década de los 60.
A pesar de los años de abandono y de estar expuesto a la furia del Guadalquivir, este edificio se encuentra en bastante buen estado, y los enormes huecos donde antaño se encontraban las turbinas que el agua movía, dan cuenta de la importancia del lugar y de la producción eléctrica que de aquí surgiría.
El edificio se encuentra decorado con el estilo de la época y uno no puede dejar de pensar en las múltiples oportunidades para el turismo que aquí podrían surgir... como se suele decir, de estar en otro país, hace décadas que este sitio estaría atrayendo a miles de turistas.
Pero lo curioso del lugar aún está por visitar.
Este edificio decimonónico se encuentra construido sobre la antigua estructura de un molino del siglo XV.
Las antiguas compuertas de madera de estos molinos sobreviven junto a las modernas de hierro de los aliviaderos de la presa y bajo la pasarela que cruza el río, encontramos una serie de accesos que en muchas ocasiones pasan desapercibidos.
Si bajamos por ellos, llegamos a las antiguas aceñas del molino. Un molino harinero con 6 ruedas, que proporcionaba harina a toda la comarca.
La estructura, pese a quedar sumergida durante los periodos de gran caudal, se conserva muy bien; aunque parcialmente enterrada por sedimentos.
En su interior se pueden observar gran cantidad de inscripciones antiguas, como fechas (1877), estrellas de David y todo tipo de marcas de cantero que deberían ser objeto de estudio.
En otro edificio del molino, contiguo al anterior, las sorpresas se suceden. Acceder al mismo es todo un reto, pero al llegar a la estancia que da ascenso a esta nueva aceña, nos encontramos con una pared totalmente decorada con sillares labrados con inscripciones de los trabajadores del lugar.
Inscripciones que nos hablan de canteros de Marmolejo o Andújar que trabajaron aquí entre 1890 y 1900 y que dejaron su legado que pervive hoy día. Todo esto se encuentra rodeado de una frondosa vegetación, en la que el agua y los sedimentos han ido formando varias isletas que dan cobijo a una gran variedad de fauna y flora que forman un conjunto natural e histórico que merece muchísimo más y que estoy seguro de que en el futuro, más pronto que tarde, despertará y pondrá este lugar en el sitio que le corresponde.
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