martes, 21 de febrero de 2017

Ruta por el Martos Rural: Sierra de la Caracolera, el Mirador olvidado

Tal y como prometí el año pasado por estas fechas, me dirijo de nuevo hacia la pedanía marteña de Las Casillas para continuar explorando esta parte del Término Municipal de Martos, que para mí es muy interesante y sugerente, ya que esta parte situada al sur del término es una excepción puesto que por aquí, el olivar no es el rey que ocupa todo a cuanto alcanza la vista, sino que aquí tiene que rivalizar con bosquetes e islas de matorral, encina y roquedales.


Y lo hago de nuevo con motivo de la II Edición del Cross del Víboras, que el año pasado consiguió un éxito rotundo de participación la cual colapsó prácticamente las calles de Las Casillas, llenándolas de corredores y senderistas, y convirtiéndose en un reclamo deportivo-turístico muy importante de la provincia.


En esta ocasión, quiero aportar una vez más mi grano de arena para dar a conocer esta parte de mi pueblo, tan desconocida y que tiene tanto que aportar y por dar a conocer.

Hoy os ofrezco una ruta para descubrir el Martos más rural, partiendo desde Las Casillas en dirección a las cumbres de la Sierra de la Caracolera.



Nuestra ruta partirá con vistas al Cerro del Víboras, en la orilla opuesta del Río homónimo, donde tendremos unas vistas excepcionales de este escarpado cerro, que cuenta con una dilatada historia.



Además de contarnos mucho sobre ataques cristianos y contraataques nazaríes, de tesoros maravillosos, de romanos y de íberos, este lugar nos puede contar la historia de lo que aquí ocurrió hace aproximadamente 200 millones de años (período Triásico); cuando toda la zona e incluso toda España se encontraba sumergida bajo las aguas del prehistórico mar de Thetis.


En el lugar donde se encuentra este cerro, la corteza terrestre se fracturó permitiendo que el magma de las profundidades de la Tierra ascendiera en una chimenea volcánica, que aunque no llegó a perforar totalmente dicha corteza y expulsar lava al exterior formando un volcán, sí que permitió elevar los terrenos que se encontraban sobre dicha chimenea, transformando a su paso los materiales que encontraba y formando finalmente el Cerro del Castillo del Víboras, tal y como lo conocemos.



Tras alejarnos poco a poco de este enigmático e histórico lugar, vamos recorriendo antiguos caminos utilizados desde hace siglos por los aceituneros/as para transportar sus negras aceitunas, ayer en mulos y burros, hoy en vehículos todoterreno y nos vamos acercando a la gran muralla artificial del Pantano del Víboras.

 

Esta mole gigante, que embalsa las aguas del Río Víboras, es un proyecto decimonónico inicialmente pensado en 1905, que estuvo a punto de construirse durante la dictadura de Primo de Rivera y que siguió siendo una idea que rondaba en las cabezas de ingenieros en los años 50 del pasado siglo, cuando el plan franquista bautizado como Plan Jaén pretendía sacar del olvido a nuestra provincia. Finalmente, comenzó a tomar forma en los años 70, cuando el Manantial de la Maleza que hasta entonces abastecía a toda la ciudad de Martos, se quedó pequeño para abastecer a una población creciente y tuvieron que acometerse las obras para traer el agua a Martos desde el paraje del Chorro en la línea entre Martos y Fuensanta.


En ese momento, cuando comienza a construirse el Pantano del Quiebrajano en Jaén, surge con fuerza la idea de llevar la construcción del Pantano del Víboras a buen término, para asegurar el abastecimiento de agua a unas 200.000 personas entre Jaén y Martos (Lopera, Porcuna, Higuera de Calatrava, Santiago de Calatrava, Jamilena, etc.) formando el sistema Víboras-Quiebrajano.

Este pantano, construido finalmente en los años 90, fue originalmente pensado para albergar 19 hm³ de agua, aunque en la actualidad no puede guardar más que la mitad lamentablemente, al no haberse adaptado los sistemas de evacuación de aguas de Las Casillas al mismo. Esperemos que en el futuro, dicho problema finalmente concluya y este pequeño lago artificial se convierta en el gigante que debe ser y pueda dar mucha vida, tanto a las miles de personas y cultivos que dependen de él, como a las cientas de especies animales que han encontrado en el mismo un singular hábitat para vivir.


Llegados a este punto, abandonamos los carriles pecuarios que hasta ahora estábamos recorriendo y tomamos la carretera JA-3307 que nos llevará a escalar las laderas de la sierra y nos irá acercando hacia la pequeña pedanía de Villar bajo, compuesta por varios cortijos que se agrupan en toda la zona, donde el tiempo transcurre más despacio y la vida, aún es "como antaño", con varias familias viviendo de sus propios productos, ya sean de la huerta o de su propio corral.


Este lugar sufrió la despoblación en varias épocas y muchas personas jóvenes y no tan jóvenes se despidieron del mismo o si acaso, lo dejaron como un lugar de recreo y veraneo, olvidando su vida, que es cada día más valorada por extranjeros que van poblando cada vez con mayor profusión toda esta zona montañosa.


Sin darnos cuenta, la cumbre de La Caracolera empezará a cobrar protagonismo y al llegar a un pequeño puerto de montaña, donde ante nuestros ojos aparece la vecina Sierra de Ahillos, volvemos a adentrarnos en un carril de tierra donde el olivar omnipotente comenzará a desaparecer y los encinares, pinares y coscojares salpicados de madroños y retamas comenzarán a ocupar cada vez más espacio, conforme sigamos ganando altura.



En un momento dado, el carril de tierra se convertirá en uno de cemento, muy posiblemente construido para vencer las grandes pendientes que cualquiera diría que a cada metro son más empinadas.



Para nuestra sorpresa, el olivar, en una idea obstinada por ocupar hasta el último rincón fértil de la tierra, llega casi hasta la cima de la sierra, donde francamente las condiciones deben de ser bastante duras para que se pueda dar una cosecha nimiamente decente.


En este punto, en la Línea Divisoria entre Martos y Alcaudete, marcada visiblemente por un mojón que muy posiblemente lleve colocado en este lugar muchos siglos, comienza el ascenso final en el que la Sierra de la Caracolera, bautizada así según parece por la existencia de cantidad de fósiles marinos en forma de caracol (ammonites), se convierte en un mar de piedra en el que apenas crecen algunas especies vegetales adaptadas a las condiciones de esta cumbre.


Y al llegar a la cumbre, podemos descansar y maravillarnos con las impresionantes panorámicas que nos ofrece este lugar, visible desde casi cualquier punto del Término de Martos y que en demasiadas ocasiones es ignorado.



Desde este magnífico observatorio podemos ver Martos, La Carrasca, Fuensanta de Martos, La Bobadilla, Torredonjimeno, Castillo de Locubín, Ventas del Carrizal, Luque, Priego de Córdoba y cómo no, Las Casillas de Martos, con su pantano y su castillo.



Más de 80 kilómetros a la redonda se extienden poblados por el mar de olivos de esta parte de Jaén y de Córdoba. A nuestras espaldas, la Sierra de Ahillos parece proteger a su pueblo, Alcaudete, que también podemos ver desde aquí, presidido por su castillo medieval.



Este lugar, muy frecuentado por aficionados al parapente y al paramotor, además de por senderistas, recogedores de frutos silvestres y fotógrafos, es un lugar ideal para relajarse, para olvidarse del mundanal ruido que siempre nos acompaña más abajo, en la civilización, al mismo tiempo que nos invita a pensar en tantísimas personas y en sus hogares que desde aquí podemos ver, que estarán sumergidas en su vida diaria, ignorando que mientras tanto, ahí, en esa cima de la Sierra Sur de Jaén estaremos nosotros, convertidos en vigilantes de todo este lugar que tanto tiene por ofrecer y por dar a conocer.


Es en este lugar, donde sucedieron no pocas historias de moros en desbandada, que en su huida, escondieron tesoros en estos riscos que jamás pudieron recuperar. En esta sierra, muy probablemente recorrida por bandoleros y guerrilleros antifranquistas, terminamos.


Por hoy, ponemos punto y final a esta ruta, eso sí, sin dejar de aprovechar de nuevo la ocasión para invitaros a participar en el Cross del Víboras.

¡La naturaleza, la historia y el deporte nos esperan!

viernes, 10 de febrero de 2017

La Amistad de Martos, tan cerca y tan desconocida

En muchas ocasiones, los marteños/as en general y los aficionados a la historia en particular, le damos más importancia a ciertos periodos de nuestra historia y a los edificios que nos han llegado de dichos periodos, ignorando demasiadas veces otras joyas que conviven con nosotros y que pasan completamente desapercididas.

Todos/as nos enorgullecemos del pasado romano de nuestra Res publica Tuccitanorum o Colonia Augusta Gemella Tuccitana y del gran legado romano que nos dejó, haciendo que cualquier lugar de nuestra ciudad esté marcado por el hallazgo de un resto romano, por no hablar del Lapidarium de nuestro Ayuntamiento, una reliquia única de nuestra historia.


Igualmente nos ocurre con el pasado calatravo de nuestra Encomienda y Cabeza Maestral de Martos, Cabeza de Partido en Andalucía, cuyas murallas que aún abrazan nuestra ciudad y nuestros Castillos de la Peña y de la Villa, son orgullo, seña y anhelo de todo hijo/a de Martos, como si todo nuestro pasado glorioso se concentrara en ellos.

Y así nos olvidamos de otros periodos grandes de nuestra historia, como fueron por ejemplo los Felices años veinte, que marcaron un antes y un después en nuestra ciudad, con la expansión del olivar y su industria, el establecimiento en nuestra ciudad de familias acaudaladas que construyeron grandes mansiones en nuestra ciudad histórica y en la vega, el florecimiento del ferrocarril y la expansión de un nuevo tipo de ocio de la época, como son los Casinos, Círculos y Ateneos que desde principios de siglo fueron un referente en Europa entera, para el juego, el entretenimiento, la fiesta, los bailes, etc.

Antiguo Cafe Alhambra
En nuestra ciudad se construyeron célebres casinos y círculos, en donde quedaba patente la diferencia entre clases sociales e incluso entre clases políticas, ya que existían los Casinos Burgueses como el tristemente desaparecido Café Alhambra, el Casino Primitivo o el Círculo de la Amistad y también existían los Casinos Obreros, como el Casino de Artesanos, el desaparecido Casino Republicano e incluso la Casa del Pueblo.


En estos lugares se reunían grandes multitudes que usualmente eran hombres, que en muchas ocasiones se jugaban grandes fortunas, discutían de política o leían prensa. El lugar de la mujer usualmente estaba reservado para los grandes eventos, como conciertos, actuaciones culturales, recitales, etc.


Normalmente, los socios eran los constructores y cuidadores de estos espacios y en ellos siempre intentaban plasmar todo el poderío del lugar que se convertía en su segunda casa muchas veces. Y lamentablemente, con los nuevos tiempos y el cambio en las formas de ocio, muchas de estas joyas se perdieron irremediablemente.

Afortunadamente, aún quedan algunos ejemplos de estos edificios en nuestra ciudad, edificios que reclaman nuestra atención para no caer definitivamente en el olvido y ser una vez más víctimas de la historia.


Uno de ellos es el Círculo de la Amistad, que desde hace 90 años se alza majestuoso en nuestra Plaza de la Constitución, muy próximo a nuestro Ayuntamiento y vecino de la antigua Casa del Gobernador, hoy totalmente transformada.


Este edificio fue construido en 1927, por el arquitecto Félix Hernández Jiménez. Quizás este nombre no nos impresione en absoluto en un primer momento, pero si hablamos de que este señor fue uno de los arquitectos más importantes de la primera mitad del siglo XX, que fue director de las excavaciones de Medina Azahara, restaurador de la Mezquita-Catedral de Córdoba y un importante constructor en Córdoba en cuyo centro histórico, muchas casas fueron construidas bajo su proyecto y dirección, la cosa cambia.

Edificio en Calle Real, del mismo arquitecto
Así, este gran arquitecto eligió nuestra plaza para decorarla con este magnífico edificio de estilo Ecléctico Neobarroco, abierto a la ciudadanía, donde los balcones, miradores y terrazas decoradas ricamente muestran una impresionante vista histórica, ya que desde los mismos podemos admirar una visión diferente del espacio urbano más importante de Martos.


Adentrarse en este edificio es viajar en el tiempo, recorriendo los años en que este lugar fue la Plaza de la República Española, pasando a los años de la Plaza del Caudillo, hasta llegar a nuestra actual Plaza de la Constitución.


La entrada lamentablemente en la actualidad es la única que se usa y los socios aún viven el día a día de la Plaza de Martos, tras la cristalera de su mirador.


La primera planta está presidida por otro mirador cerrado entre columnas. Es la estancia más grande y aún conserva los muebles de época junto a una rica decoración y ofrece un espacio impresionante para realizar cualquier tipo de acto cultural que llene de vida este lugar, hoy cerrado.


Cerrada igualmente está la segunda planta, con su terraza sobre el mirador, con unas grandes vistas a la Antigua Cárcel y Cadildo, hoy Ayuntamiento.


Y finalmente, su terraza a la que se llega tras escalar su magnífica escalera de mármol y baranda de madera tallada. Desde este mirador, podemos disfrutar de las vistas de todo el Martos Histórico, de la Peña que preside cualquier rincón de la ciudad, podemos encontrar una singular imagen de las torres del Castillo de la Villa y encontrar una panorámica muy poco conocida de este rico e histórico rincón de Martos.



En los últimos tiempos, el Club de Lectura "La Silla de Anea" ha conseguido recuperar la primera planta de este edificio y volver a darle vida. Todo un ejemplo a seguir para que esta joya decimonónica de nuestra ciudad vuelva a los hermosos tiempos de ajetreo, entradas, salidas, subidas y bajadas, que nunca debieron pasar.