miércoles, 28 de noviembre de 2018

El Refugio Antiaéreo del Cerro de la Tiza, Martos. Aula de historia subterránea

Saludos, amigas y amigos.

Pues sí. Una vez más (y las que queden) me dispongo a hablar de otro de los vestigios de la Guerra Civil que sobreviven en Martos.

Lo hago porque quiero, porque me encanta, porque puedo y porque poco o nada se ha escrito sobre este lugar.

Y también porque sé, que estos artículos atraen el interés de gran número de personas interesadas en nuestro patrimonio e historia, al tiempo que mantiene entretenidos a otro puñado de personajes, que aún sabiendo que no leen mis artículos, se ponen totalmente extasiados cuando escribo sobre historia reciente, Guerra Civil y Refugios, teniendo así de nuevo, motivos para señalar lo horrible y abominable que soy (realmente ellos utilizan otros palabros más soeces, porque la inteligencia no les da para tanto) por estar sacando a la luz, la historia que curiosamente algunos no quieren que se sepa.

Es curioso pero en pleno siglo XXI, en este país, se puede hablar de historia y con orgullo de ella, siempre que abarque desde los albores de los tiempos, hasta los primeros años del siglo XX. 
Después de eso, hablar de la II República, de la Guerra Civil o de la Dictadura, es entrar en una vorágine de revisionismo, ocultamiento y odio, unas veces intencionado y algunas otras, adoctrinado.

Expresiones tales como: “siempre la misma historia” “que eso fue hace mucho” se unen a los nuevos “lo de Franco no fue una dictadura” “todos cometieron barbaridades” y toda serie de perlas que cualquier niño de 10 años sabe que son mentira. Pero en fin, qué se puede esperar de estos tiempos, en los que hasta se afirma que la Tierra es plana...

Conclusión: el pueblo que olvida su pasado, vuelve a repetirlo y eso lo saben bien por ejemplo en Alemania, donde los campos del horror nazis atraen a millones de visitantes.
No se puede imponer el olvido, cuando miles de víctimas claman desde las cunetas, de igual modo que los judíos no pueden olvidar el holocausto y sus 6 millones de muertos. Un plato es un plato, y una dictadura es una dictadura y todos cometieron barbaridades porque por eso se llama guerra, pero, ¿no cometieron los aliados también barbaridades en la II Guerra Mundial como los bombardeos de Hiroshima, Nagasaki, Dresde o Varsovia que provocaron miles de muertos?

 ¿Esto hace a los nazis menos malos o genocidas?

Quien quiera ocultar la historia, sus motivos tendrá obviamente.

Acabada esta populista y radical reflexión, nos vamos a unos 5 kilómetros del casco urbano de Martos, siguiendo el trazado de la Vía Verde del Aceite en dirección Alcaudete.
 


Tras pasar las inmediaciones de la Casería de la Dehesilla, nos encontramos con un cerro tamizado de olivos, en el que llaman la atención un grupo pequeño de pinos de gran porte.


El cerro a simple vista no tiene nada de particular. Pero si nos acercamos y somos un poco curiosos, encontramos primero, los restos de lo que fue una cantera de yeso, que da el nombre al cerro, como Cerro de la Tiza. Sabiendo que la tiza, que proviene del yeso y el yeso mismo, es un tipo de roca que se formó en zonas acuáticas poco profundas en el periodo Triásico, encontramos aquí una primera particularidad que nos habla de una diferencia de este cerro.

Paisajes del Triasico
Si ascendemos hacia la parte alta, encontramos los tradicionales linderos que antaño separaban muchas superficies de cultivo, que no solo guardan una gran variedad de flora autóctona (encinas, coscojas, jaras) sino que son un refugio de fauna, hoy en peligro de extinción.


En la zona alta del cerro, encontramos unas extrañas formaciones rocosas entre los olivos. Unas formaciones que cualquiera diría que son cosa del hombre, puesto que son rectas y forman ángulos de 90 º. Estamos ante los restos de un antiguo poblado romano, cuyos cimientos aún resurgen entre las raíces de los olivos centenarios. Unos restos arqueológicos que como siempre, no han captado el interés ni de estudiosos ni de arqueólogos para saber más de ellos.


Casi sin movernos, si nos fijamos bien en el suelo, encontramos algo realmente curioso. Y es que las rocas que pavimentan de forma natural este olivar están plagadas de fósiles de almejas, mejillones y de un amplio abanico de especies marinas fosilizadas.


Las propias rocas, tienen un aspecto muy parecido al de la arena de la playa actual, con la diferencia de que aquí, forman bloques de roca, compuestos de arena y conchas.  Este curioso descubrimiento, nos habla del pasado remoto de la ciudad de Martos, cuando hace más de 200 millones de años, nuestra ciudad, junto a buena parte de la Península Ibérica, se encontraba sumergida bajo las aguas del Océano prehistórico de Tethis.

A lo largo de los milenios, el Término de Martos, fue convirtiéndose en una zona de escasa profundidad marina, hasta convertirse en una zona lacustre o de lago salado aislado del mar, que con el tiempo se fue desecando, formando primero una playa prehistórica que formó las rocas que tenemos ante nosotros, y después una acumulación de sales que formó los yacimientos de yeso cercanos. (Hoy día encontrar estos fósiles es complicado, puesto que los dueños de los olivares, hartos de encontrar gente sacando fósiles de sus olivos, llenaron sus campos de restos de biomasa de olivar, que tapó totalmente el suelo)
Sin duda, conociendo lo que hasta aquí he relatado, ya nos encontramos con un cerro bastante singular.

Pero lo mejor como siempre está por llegar.


El protagonista de este artículo se encuentra a muy pocos metros del citado Olivar de los fósiles. Escondido bajo las altas copas de los pinos, encontramos lo que comúnmente los marteños llaman “la Cueva de los Borreros”. Sin embargo, con solo echarle un vistazo nos podemos dar cuenta de que no se trata en absoluto de una cueva natural.


Estamos ante una serie de refugios antiaéreos excavados en el lecho de este cerro. Exactamente, sin un estudio arqueológico, no podemos saber si estos refugios ya eran utilizados con otro uso antes de la guerra, o fueron excavados a propósito para la misma.


Lo que sí se constata es que fueron excavados en el lugar gracias a la facilidad que daban las rocas de escasa dureza y que se construyeron varias galerías subterráneas, que podían alcanzar cerca de los 100 metros de extensión.


En la actualidad, estos pasadizos subterráneos no son tan extensos puesto que con el tiempo han sufrido derrumbes o han ido quedando ocluidos por la entrada de tierra de forma natural o provocada por los animales.

Aún así, siguen quedando 3 tipos de galerías diferenciadas.


Una primera, que tras una pronunciada caída, se adentra unos 20 metros en la tierra. Es el pasadizo más alejado, que según fuentes orales, era utilizado como polvorín para guardar explosivos y municiones alejados de la tropa, protegiéndolos de bombardeos o accidentes.


Un segundo pasadizo, de unos 10 metros, se encuentra con sus entradas parcialmente cegadas y podría ser un abrigo para la tropa, donde los soldados se recogerían para protegerse del frío, el viento o la lluvia.

El tercero, el más grande, se encuentra en unas condiciones regulares.


Su entrada forma varios quiebros para evitar el efecto de ataques directos con bombas. En su interior, encontramos un primer paso cegado a la izquierda. Girando a la derecha,  encontraremos una entrada que hoy se encuentra cegada, totalmente minada por los conejos.


Si seguimos adentrándonos en la tierra, por la larga galería vamos encontrando aún las marcas de las herramientas que se utilizaron para la excavación del refugio, junto a varias repisas que servían para colocar los carburos que iluminaban la galería. Tras un largo trecho, llegamos al final del refugio, que se bifurca en tres direcciones.


Pareciera que dos de estas bifurcaciones son muestras de que el refugio inicialmente estaba planificado para ser mucho más extenso y no dio tiempo a seguir adentrándose en la tierra o bien, alguna circunstancia detuvo por siempre la excavación.

El pasillo restante estaba comunicado con el exterior pero sufrió un derrumbe hace varias décadas.




Tras la descripción del refugio, podemos cuestionarnos el por qué de este refugio a tanta distancia de Martos.

El motivo es bien sencillo.
Desde el cerro donde se encuentra, se podía controlar la Línea Linares-Puente Genil, junto a la carretera que llevaba a Monte Lope Álvarez.


El ferrocarril estaba cortado a la altura de la cercana localidad de Alcaudete puesto que la línea se adentraba en zona controlada por los golpistas, pero se temía que pudiera ser utilizado para algún tipo de ataque enemigo con trenes blindados.


La carretera que llevaba a Monte Lope Álvarez, era una carretera estratégica, puesto que el frente, se encontraba a unos kilómetros de la pedanía marteña, por lo que era fundamental a la hora de que se pudiera producir algún ataque enemigo, ya que desde la carretera, se reforzaría rápidamente el frente.


Además, desde esta posición se controlaba visualmente el frente de Porcuna e Higuera de Calatrava, una zona en constante movimiento faccioso durante toda la guerra, por la que provenían además, los aviones franquistas, (enviados en su mayoría por la Alemania Nazi y la Italia fascista) que atacaron Martos en más de una veintena de ocasiones.


Esta posición actuaba como una vigía de alerta temprana.

Pero no solo se utilizaba el lugar para la vigilancia. En la zona alta, cercana a las citadas ruinas romanas, se colocaron varias ametralladoras y cañones antiaéreos, con los que se pretendía evitar los destructivos vuelos franquistas que solo en Martos, produjeron un número indeterminado de muertos, que se estima podría ser cercano al centenar.


A un kilómetro de este lugar, existió el que posiblemente fuera el refugio antiaéreo más grande de toda la localidad de Martos. Se trataba de un refugio excavado entre los olivares, que pudo tener una distancia de unos 500 metros y que cruzaba la carretera del Monte Lope Álvarez, de un lado a otro, sirviendo como almacén de gran cantidad de material militar. Dicho refugio, formaría parte de todo el conjunto defensivo del que el refugio de la tiza formaba parte. Hoy no queda nada de él, puesto que fue rellenado con escombros hace muchas décadas y así se perdió irreversiblemente.
 
Estamos por tanto ante otro de los ejemplos de defensa exterior de la Ciudad de Martos, un lugar que, de forma callada y desde el olvido, nos cuenta una gran cantidad de información que sigue siendo una gran desconocida, en estos tiempos de manipulación histórica y de olvido obligado.

domingo, 11 de noviembre de 2018

El Lapidarium del Ayuntamiento de Martos. Cuando las calles son un museo

Saludos, amigas y amigos.

Que soy un apasionado de la historia y un entusiasta de la historia de mi ciudad, ya lo sabéis. 

Que llevo por bandera el lema de un ilustre marteño como fue Don Manuel Caballero Venzalá que decía: “que soy apasionadamente marteño, esa es mi gloria” también lo sabréis si leéis mi blog.

Y hoy, quiero mostraros otra de las singularidades de esta Bimilenaria Ciudad de Martos, que fue rebautizada en el Renacimiento como Roma la Vieja por tantas maravillas como en ella se construyeron. 


Lamentablemente en la actualidad, algunas de aquellas joyas arquitectónicas han desaparecido y otras fueron trasladadas a otros lugares que no les hacen mérito, seña de que el mimo y el cuidado que tuvieron los antiguos gobernantes no han sabido tenerlo los modernos.



Algunas muestras de la riqueza arqueologica de Martos

Aún así, ideas revolucionarias como las del maestro cantero Francisco del Castillo el Mozo, siguen presentes en la Ciudad de la Peña.


Ideas como por ejemplo, las de recoger todas las inscripciones y lápidas romanas que existían en nuestra ciudad y colocarlas en la Cárcel y Cabildo, que hoy es nuestro Ayuntamiento, formando un increíble Lapidarium que más de un museo querría, puesto en exposición en la propia calle.


Una tremenda colección, que aunque sufre los problemas de estar expuesta a la intemperie, haciendo que algunas de sus grandes piedras talladas hayan perdido parte de los textos que en ella aparecían (y que debería buscarse algún modo de protegerlas) sigue siendo toda una enciclopedia de piedra que nos habla de la historia de nuestra ciudad hace más de dos mil años. 

Muchas de estas piedras llenas de historia, fueron halladas por la ciudad a lo largo de los siglos, demostrando la importancia capital que tuvo la Colonia Augusta Gemella Tuccitana en época romana y fueron reunidas con la construcción de la Cárcel y Cabildo en el siglo XVI.

Lápidas que en buena parte se conservan bastante bien en su mayoría, aunque otras por el tipo de roca se encuentran gastadas por la acción de los milenios. A ello, debemos sumarle una de las lápidas que fue hallada en un arroyo tras una fuerte riada.

Por no hablar de un par de ejemplos de la Damatio memoriae o negación de la memoria, con la que los romanos intentaban borrar todo recuerdo de determinadas personas para condenarlas al olvido eterno.

Referencias a Hércules y a la República Tuccitana son constantes, puesto que esta ciudad y su Peña fueron fundadas según la leyenda por Hércules, la Peña es su Tercera Columna y Martos, gracias al apoyo que dieron sus pobladores a Roma, ante las embestidas de Viriato, fue considerada Res publica tuccitanorum y sus habitantes, ciudadanos romanos.


Puesto que hablar de todas y cada una de ellas sería muy largo y repetitivo, vamos a comenzar un breve resumen por algunas de ellas, para acercarnos un poco a su historia y para que propios y extraños puedan tener al menos un aperitivo de este trozo de historia pública de Martos.

LIBYCO.HERCVLI.DEO.INVIC.STATVAM.ARG.CLP.CIVITAS.MARTIS
 

La Ciudad de Marte (en referencia a Martos, cuya Peña en tiempos romanos fue dedicada al Dios Marte) dedica a Hércules el Líbico, Dios invicto, una estatua de plata que costeó el Erario público. Obviamente, la estatua y la plata hoy día han desaparecido o quién sabe...quizás sigan reposando bajo nuestro suelo.

Otra más, en memoria de los César: 
IMP.CAES.GETAE.SEVERO.AVG.DIVI.SEPTI.MI.SEVERI.PII.PERTINACIS.AVG.ARABICI.ADI BENICI.PARTHI.M.PACATORIS.ORBIS.ET.M.AVRELII.ANTONINI.IMPER.FRAT. RESP.TVCCIT. 
 

Que quiere decir, que esta lápida era una consagración de la estatua que hizo la República Tuccitana a César Severo Augusto Emperador, hijo de Divo Septimio Severo Pío Pertinaz Augusto Arábico Adiabénico Parthico Máximo Emperador Pacificador del Mundo.

IVLIAE.AVG.MATRI.CASTORUM.RESP.TVCCITAN.D.D.D

Basa de Estatua que la República Tuccitana dedicó a Julia Augusta, mujer del emperador Lucio Septimio Severo renombrada como Madre de los Reales.

IMP.CAES.M.AVRELIO.ANTONINO.AVG.F.SEPT.SEVERI.PII.PERTINACIS.AVG.ARABICI.ADIABENICI.PARTHICI.MAX.PACATORIS.ORBIS.FILLIO.D.T.RESP.TVCCIT.

Basa de columna que la República Tuccitana dedicó al Emperador César Marco Aurelio Antonino Augusto, hijo de Septimio Severo Pío Pertinaz Augusto Arábico Adiabénico Parthico Máximo Emperador Pacificador del Mundo.

HERCVLI.INVICTO.TI.IVLIVS.AVGVSTI.F.DIVI.NEPOS.CAES.AVG.IMP.PONTIFEX.MAXIMVS.DED.

Dedicada al gran Hércules por Tiberio Julio hijo de Augusto, nieto de Divo César Augusto Emperador, Pontífice Máximo como nueva muestra del culto que la ciudad tenía hacia el héroe. 

Otras lamentablemente sólo aportan algunas historias y nos cuentan al tiempo otras nuevas como:
MARCO.AELIO.GA.AELIA SENILIA.S.M.FABIVS.SENILIO

Podría ser una de las lápidas del Foro Romano que se esconde bajo nuestra plaza. 

No puede entenderse todo el contenido de la misma al haber sido recortada y utilizada anteriormente para la entrada de algún edificio cuyos goznes de la puerta, se asentarían sobre la piedra desgastándola como puede apreciarse.

Como curiosidad, podemos ver que dicha lápida tendría las letras rellenadas con algún tipo de metal hoy desaparecido, del que siguen quedando los huecos donde se anclaba el metal.


Con total seguridad, sigue quedando un ingentísimo patrimonio escondido bajo nuestros pies de aquel tiempo romano en Martos, aunque sobrados ejemplos existen del maltrato y el olvido que sufre cuando resurge en cualquier excavación, mostrando así la escasa altura de miras que muchas veces tenemos, puesto que en otros lugares la aparición de estos vestigios del tiempo.


Aún así, el ingentísimo patrimonio y pasado romano de la Colonia Augusta Gemella Tuccitana es tan grande, que no solo ocupa muchos espacios del Museo Provincial y de sus almacenes, de almacenes del Ayuntamiento de Martos y del Museo de San Antonio de Martos, sino que daría para un buen museo arqueológico marteño, para una Ruta por el Martos Romano y para más de un espacio de arqueología urbana donde se descubrieran y pudieran musealizarse y visitarse muchos de los espacios que es sabido que se esconden bajo nuestros pies, como el Foro Romano o numerosas villas romanas. 


En un tiempo, en el que el turista nacional y extranjero, cada día exige un turismo de mayor calidad y en el que el turismo arqueológico y patrimonial cada día tiene mayor hueco, nos está faltando tiempo.

  
 ¡Espero que os haya gustado y que próximamente sigamos viajando por nuestra historia!

lunes, 5 de noviembre de 2018

Todos Invitados a la IV Ruta Por la Memoria.

Un año más nos disponemos a viajar por el tiempo para conocer el pasado más reciente de la ciudad de Martos.

Aún hoy sigue sorprendiendo la circunstancia real de que es más fácil obtener información de hechos que ocurrieron hace miles de años como la República Romana y la República Tuccitana o cientos de años como la época de la reconquista y llegada de la Orden de Calatrava a Martos, que de la II República Española o la guerra civil, que son hechos que vivieron nuestros abuelos y que casi siempre viven en el olvido aunque no haga ni un siglo que ocurrieran.

Es aún peor, se silencia de forma interesada estos temas que para algunos deberían ser borrados totalmente. Curiosamente, los que defienden este olvido, son los mismos que defienden con uñas y dientes, que genocidas reconocidos tengan calles dedicadas a su nombre y ponen el grito en el cielo, cuando se las quitan. Los mismos que hablan de reabrir heridas, son los que no permiten cerrarlas, los que permiten que se gasten miles de euros en repatriar a los españoles que murieron en Rusia luchando con los nazis, pero no permiten que se exhumen a los represaliados por la dictadura.


Si a esto le sumamos, que está de moda inventarse la historia (cuanto más absurda sea mejor), diciendo que Franco no era un dictador, que Hitler era socialista (que bien hicieron Los Simpson en cachondearse de los “comunistasnazis”) o que la Alemania Nazi y la Italia Fascista no ayudaron a los sublevados en la guerra civil, esta claro que viajar a la historia y analizarla como historia que es para aprender de ella y no volver a repetirla, es más necesario que nunca.


Por eso más que nunca hace falta viajar a la historia, para conocer como se vivieron aquellas jornadas infernales del 18 de Julio de 1936, cuando se inició una guerra que nunca debería haber existido.

Una guerra en teoría civil, en la que participaron buena parte de los estados europeos que después se enfrentaron en la II Guerra Mundial. Una guerra que fue un laboratorio para las armas que se usaron en tal conflicto.


Una guerra diferente, que provocó infinitamente más víctimas civiles que militares.

Una guerra en la que por primera vez se usaron la aviación contra la población civil.

Un conflicto en el que surgieron fuerzas y cuerpos especiales con nuevas técnicas de lucha.


Una guerra que afectó directamente a nuestra ciudad de un modo demasiadas veces desconocido y que nos toca analizar.


Una parte de nuestra historia en definitiva por conocer y genera mucho interés. Un interés creciente por cierto, como queda demostrado en estas rutas de la memoria que comenzaron con 40 participantes y en su última edición ya se acercaron al centenar.

Un viaje necesario, que realizaremos el próximo domingo 11 de Noviembre, a las 17:30 horas desde la Plaza de la Fuente de la Villa organizada por la Secretaría de Memoria Historica del PSOE de Martos.

¿Te vienes a viajar por la historia?

sábado, 27 de octubre de 2018

El Castillo de Bélmez, vigías en el olvido.

Saludos, amigas y amigos.

Que Jaén es la provincia con mayor número de castillos por kilómetro es de sobra conocido ya. Por eso, hablar de todos y cada uno de los casi 200 castillos, atalayas, fortificaciones y recintos amurallados es un trabajo arduo que lleva muchísimo tiempo recorrer y conocer.
En esta ocasión, vamos a acercarnos a otro de estos vigías del tiempo, que vigiló lo que fue una frontera durante siglos.


Hoy, nos vamos al Castillo de Bélmez de la Moraleda.


Enclavado en el Valle del Jandulilla, a 876 metros de altura, junto a un manantial que recoge las aguas de esta porosa sierra y junto a la pequeña aldea de Bélmez, encontramos este castillo, cuya posición fue lugar de paso entre Granada y el alto Guadalquivir, donde se asentaron los íberos y construyeron varios oppidum.


Se trata de uno de los últimos castillos conquistados por los cristianos que perteneció a los nazaríes hasta el siglo XV.


Tan fuertemente vinculado a Granada estuvo, que hasta los Reyes Católicos lo adscribieron a la provincia de Jaén para desvincularlo del reino al que perteneció por siglos.
Bélmez, que en árabe significa lugar protegido, sufrió como muchos castillos la inestabilidad y luchas civiles horribles, y es que aquel reino musulmán no fue el remanso de paz y armonía entre las tres culturas que últimamente se intenta dibujar, de igual modo que no fue un reino pacífico ni para los propios musulmanes, que durante toda la dominación de la península, sufrieron más bajas luchando entre ellos, que en sus luchas contra los cristianos.


En el siglo IX, con el levantamiento de los muladíes y la rebelión de los encastillados, este castillo fue otro de tantos que se sumó a la rebelión y que dio lugar al levantamiento de refugios fortificados para la protección de las alquerías, hasta que Abderramán III, eliminó a todos los que se oponían al poder de Córdoba.


Tras el ascenso al poder de la dinastía Nazarí, la comunicación con Granada y los buenos pastizales de la zona, el Reino de Granada a partir del siglo XIII trabajó duramente para fortificar el lugar asegurando el control del territorio y amenazando a todos los pueblos de la zona.


En 1243, Fernando III prometió a Baeza la cesión del castillo cuando fuera conquistado, pero tras pactos posteriores se mantuvo en zona musulmana. En 1316, el infante don Pedro lo asedió y tomó para volver a ser conquistado en 1368 por los musulmanes.


Tras varios intentos, fue tomado definitivamente en 1448, por tropas baezanas de Enrique Fernando de Villafañe que según la leyenda, fueron guiados por un pastor llamado Eufrasio, que conocía el terreno y que estaba empeñado en recuperar un cuadro del Señor de la Villa que los musulmanes guardaban en el castillo.


Aún así, la cercanía con el reino Nazarí hizo de este lugar una zona muy peligrosa hasta el final de la Reconquista. El castillo se encuentra enclavado en una explanada elevada a 3 kilómetros de Bélmez de la Moraleda y, fue construido excavando la ladera del cerro en el que se encuentra, que está además protegido por varias montañas en las que se alzan atalayas como la Torre del Sol o la Torre del Lucero, que controlaban el paso y que formaban en sí mismas pequeños castillos amurallados.


El castillo en la actualidad, se conserva en un estado muy lamentable de ruina conservando en parte la Torre del Homenaje, el alcázar y la albacara. La torre rectangular y que llegó a tener cuatro pisos, apenas conserva el primero y parte del segundo. En la primera planta estaría la entrada y una estancia abovedada sostenida por arcos con ventanas saeteras, construido con yeso y ladrillo. El exterior es de mampostería irregular entremezclada con ripios, con sillares en los ángulos para protegerla de la artillería.


El alcázar exterior contaba con 4 torreones cuadrados y uno rectangular, de los que apenas se conservan hoy día, al haber sufrido un proceso de erosión natural a lo largo de los siglos que los han ido derrumbando, dejándolos desparramados en los campos cercanos.
 

La albacara era de mampostería rellena de piedra y barro aunque hoy día apenas se conserva. A pesar del abandono que sufre el lugar y que si no se le pone remedio, puede hacer desaparecer totalmente este importante e histórico castillo, visitar el lugar, es reconocer aún hoy un lugar donde se nota el peso de la historia a cada paso.


Una excavación arqueológica tanto en el castillo como en las cercanías del mismo, supondría conocer multitud de curiosidades históricas que hoy solo se atisban escondidas entre los olivares que rodean el lugar.


Las vistas que ofrece son impresionantes, con muchísimos kilómetros a la vista, teniendo varias poblaciones visibles.


En definitiva, un lugar que merece mucho más, un lugar que ofrece múltiples posibilidades para acercarse a la historia, para descubrir de primera mano los secretos y la historia de este lugar de frontera, al tiempo que ofrece todo un abanico para disfrutar de la naturaleza, pues es un punto de inicio ideal para multitud de actividades y rutas por la naturaleza.