miércoles, 28 de noviembre de 2018

El Refugio Antiaéreo del Cerro de la Tiza, Martos. Aula de historia subterránea

Saludos, amigas y amigos.

Pues sí. Una vez más (y las que queden) me dispongo a hablar de otro de los vestigios de la Guerra Civil que sobreviven en Martos.

Lo hago porque quiero, porque me encanta, porque puedo y porque poco o nada se ha escrito sobre este lugar.

Y también porque sé, que estos artículos atraen el interés de gran número de personas interesadas en nuestro patrimonio e historia, al tiempo que mantiene entretenidos a otro puñado de personajes, que aún sabiendo que no leen mis artículos, se ponen totalmente extasiados cuando escribo sobre historia reciente, Guerra Civil y Refugios, teniendo así de nuevo, motivos para señalar lo horrible y abominable que soy (realmente ellos utilizan otros palabros más soeces, porque la inteligencia no les da para tanto) por estar sacando a la luz, la historia que curiosamente algunos no quieren que se sepa.

Es curioso pero en pleno siglo XXI, en este país, se puede hablar de historia y con orgullo de ella, siempre que abarque desde los albores de los tiempos, hasta los primeros años del siglo XX. 
Después de eso, hablar de la II República, de la Guerra Civil o de la Dictadura, es entrar en una vorágine de revisionismo, ocultamiento y odio, unas veces intencionado y algunas otras, adoctrinado.

Expresiones tales como: “siempre la misma historia” “que eso fue hace mucho” se unen a los nuevos “lo de Franco no fue una dictadura” “todos cometieron barbaridades” y toda serie de perlas que cualquier niño de 10 años sabe que son mentira. Pero en fin, qué se puede esperar de estos tiempos, en los que hasta se afirma que la Tierra es plana...

Conclusión: el pueblo que olvida su pasado, vuelve a repetirlo y eso lo saben bien por ejemplo en Alemania, donde los campos del horror nazis atraen a millones de visitantes.
No se puede imponer el olvido, cuando miles de víctimas claman desde las cunetas, de igual modo que los judíos no pueden olvidar el holocausto y sus 6 millones de muertos. Un plato es un plato, y una dictadura es una dictadura y todos cometieron barbaridades porque por eso se llama guerra, pero, ¿no cometieron los aliados también barbaridades en la II Guerra Mundial como los bombardeos de Hiroshima, Nagasaki, Dresde o Varsovia que provocaron miles de muertos?

 ¿Esto hace a los nazis menos malos o genocidas?

Quien quiera ocultar la historia, sus motivos tendrá obviamente.

Acabada esta populista y radical reflexión, nos vamos a unos 5 kilómetros del casco urbano de Martos, siguiendo el trazado de la Vía Verde del Aceite en dirección Alcaudete.
 


Tras pasar las inmediaciones de la Casería de la Dehesilla, nos encontramos con un cerro tamizado de olivos, en el que llaman la atención un grupo pequeño de pinos de gran porte.


El cerro a simple vista no tiene nada de particular. Pero si nos acercamos y somos un poco curiosos, encontramos primero, los restos de lo que fue una cantera de yeso, que da el nombre al cerro, como Cerro de la Tiza. Sabiendo que la tiza, que proviene del yeso y el yeso mismo, es un tipo de roca que se formó en zonas acuáticas poco profundas en el periodo Triásico, encontramos aquí una primera particularidad que nos habla de una diferencia de este cerro.

Paisajes del Triasico
Si ascendemos hacia la parte alta, encontramos los tradicionales linderos que antaño separaban muchas superficies de cultivo, que no solo guardan una gran variedad de flora autóctona (encinas, coscojas, jaras) sino que son un refugio de fauna, hoy en peligro de extinción.


En la zona alta del cerro, encontramos unas extrañas formaciones rocosas entre los olivos. Unas formaciones que cualquiera diría que son cosa del hombre, puesto que son rectas y forman ángulos de 90 º. Estamos ante los restos de un antiguo poblado romano, cuyos cimientos aún resurgen entre las raíces de los olivos centenarios. Unos restos arqueológicos que como siempre, no han captado el interés ni de estudiosos ni de arqueólogos para saber más de ellos.


Casi sin movernos, si nos fijamos bien en el suelo, encontramos algo realmente curioso. Y es que las rocas que pavimentan de forma natural este olivar están plagadas de fósiles de almejas, mejillones y de un amplio abanico de especies marinas fosilizadas.


Las propias rocas, tienen un aspecto muy parecido al de la arena de la playa actual, con la diferencia de que aquí, forman bloques de roca, compuestos de arena y conchas.  Este curioso descubrimiento, nos habla del pasado remoto de la ciudad de Martos, cuando hace más de 200 millones de años, nuestra ciudad, junto a buena parte de la Península Ibérica, se encontraba sumergida bajo las aguas del Océano prehistórico de Tethis.

A lo largo de los milenios, el Término de Martos, fue convirtiéndose en una zona de escasa profundidad marina, hasta convertirse en una zona lacustre o de lago salado aislado del mar, que con el tiempo se fue desecando, formando primero una playa prehistórica que formó las rocas que tenemos ante nosotros, y después una acumulación de sales que formó los yacimientos de yeso cercanos. (Hoy día encontrar estos fósiles es complicado, puesto que los dueños de los olivares, hartos de encontrar gente sacando fósiles de sus olivos, llenaron sus campos de restos de biomasa de olivar, que tapó totalmente el suelo)
Sin duda, conociendo lo que hasta aquí he relatado, ya nos encontramos con un cerro bastante singular.

Pero lo mejor como siempre está por llegar.


El protagonista de este artículo se encuentra a muy pocos metros del citado Olivar de los fósiles. Escondido bajo las altas copas de los pinos, encontramos lo que comúnmente los marteños llaman “la Cueva de los Borreros”. Sin embargo, con solo echarle un vistazo nos podemos dar cuenta de que no se trata en absoluto de una cueva natural.


Estamos ante una serie de refugios antiaéreos excavados en el lecho de este cerro. Exactamente, sin un estudio arqueológico, no podemos saber si estos refugios ya eran utilizados con otro uso antes de la guerra, o fueron excavados a propósito para la misma.


Lo que sí se constata es que fueron excavados en el lugar gracias a la facilidad que daban las rocas de escasa dureza y que se construyeron varias galerías subterráneas, que podían alcanzar cerca de los 100 metros de extensión.


En la actualidad, estos pasadizos subterráneos no son tan extensos puesto que con el tiempo han sufrido derrumbes o han ido quedando ocluidos por la entrada de tierra de forma natural o provocada por los animales.

Aún así, siguen quedando 3 tipos de galerías diferenciadas.


Una primera, que tras una pronunciada caída, se adentra unos 20 metros en la tierra. Es el pasadizo más alejado, que según fuentes orales, era utilizado como polvorín para guardar explosivos y municiones alejados de la tropa, protegiéndolos de bombardeos o accidentes.


Un segundo pasadizo, de unos 10 metros, se encuentra con sus entradas parcialmente cegadas y podría ser un abrigo para la tropa, donde los soldados se recogerían para protegerse del frío, el viento o la lluvia.

El tercero, el más grande, se encuentra en unas condiciones regulares.


Su entrada forma varios quiebros para evitar el efecto de ataques directos con bombas. En su interior, encontramos un primer paso cegado a la izquierda. Girando a la derecha,  encontraremos una entrada que hoy se encuentra cegada, totalmente minada por los conejos.


Si seguimos adentrándonos en la tierra, por la larga galería vamos encontrando aún las marcas de las herramientas que se utilizaron para la excavación del refugio, junto a varias repisas que servían para colocar los carburos que iluminaban la galería. Tras un largo trecho, llegamos al final del refugio, que se bifurca en tres direcciones.


Pareciera que dos de estas bifurcaciones son muestras de que el refugio inicialmente estaba planificado para ser mucho más extenso y no dio tiempo a seguir adentrándose en la tierra o bien, alguna circunstancia detuvo por siempre la excavación.

El pasillo restante estaba comunicado con el exterior pero sufrió un derrumbe hace varias décadas.




Tras la descripción del refugio, podemos cuestionarnos el por qué de este refugio a tanta distancia de Martos.

El motivo es bien sencillo.
Desde el cerro donde se encuentra, se podía controlar la Línea Linares-Puente Genil, junto a la carretera que llevaba a Monte Lope Álvarez.


El ferrocarril estaba cortado a la altura de la cercana localidad de Alcaudete puesto que la línea se adentraba en zona controlada por los golpistas, pero se temía que pudiera ser utilizado para algún tipo de ataque enemigo con trenes blindados.


La carretera que llevaba a Monte Lope Álvarez, era una carretera estratégica, puesto que el frente, se encontraba a unos kilómetros de la pedanía marteña, por lo que era fundamental a la hora de que se pudiera producir algún ataque enemigo, ya que desde la carretera, se reforzaría rápidamente el frente.


Además, desde esta posición se controlaba visualmente el frente de Porcuna e Higuera de Calatrava, una zona en constante movimiento faccioso durante toda la guerra, por la que provenían además, los aviones franquistas, (enviados en su mayoría por la Alemania Nazi y la Italia fascista) que atacaron Martos en más de una veintena de ocasiones.


Esta posición actuaba como una vigía de alerta temprana.

Pero no solo se utilizaba el lugar para la vigilancia. En la zona alta, cercana a las citadas ruinas romanas, se colocaron varias ametralladoras y cañones antiaéreos, con los que se pretendía evitar los destructivos vuelos franquistas que solo en Martos, produjeron un número indeterminado de muertos, que se estima podría ser cercano al centenar.


A un kilómetro de este lugar, existió el que posiblemente fuera el refugio antiaéreo más grande de toda la localidad de Martos. Se trataba de un refugio excavado entre los olivares, que pudo tener una distancia de unos 500 metros y que cruzaba la carretera del Monte Lope Álvarez, de un lado a otro, sirviendo como almacén de gran cantidad de material militar. Dicho refugio, formaría parte de todo el conjunto defensivo del que el refugio de la tiza formaba parte. Hoy no queda nada de él, puesto que fue rellenado con escombros hace muchas décadas y así se perdió irreversiblemente.
 
Estamos por tanto ante otro de los ejemplos de defensa exterior de la Ciudad de Martos, un lugar que, de forma callada y desde el olvido, nos cuenta una gran cantidad de información que sigue siendo una gran desconocida, en estos tiempos de manipulación histórica y de olvido obligado.

3 comentarios:

  1. Muy contento con el artículo, gracias por esforzarse por recuperar esta historia.

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  2. Magnífico articulo. Recuerdo bajar de pequeño a este lugar en alguna excursión colegial. Muchas gracias

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