miércoles, 27 de junio de 2018

El Por qué de las cosas: El origen de la tapa

Saludos, amigas y amigos.

Digámoslo ya. Es tiempo de terracita y caña, disfrutando de este tiempo, ahora que además los días son más largos y el calor está aquí. 

Los bares se llenan (nunca se vaciaron) y en muchas zonas de España, esas largas conversaciones a la mesa de cualquier bar, irán acompañadas de su correspondiente Tapa

Es más, una cerveza o cualquier consumición sin su tapa, no merece la pena para nada y el éxito o fracaso de muchos establecimientos, se debe a estas pequeñas cantidades de comida que se sirven en los bares para acompañar a la bebida y que se conocen popularmente como tapas. 


El uso de este vocablo como sinónimo de aperitivo tiene un origen dudoso.

Existen dos explicaciones del mismo:

La explicación histórica dice que el abyecto rey Alfonso XIII en una visita a Cádiz de regreso a palacio se detuvo en la llamada Venta o Ventorrillo del Chato, (establecimiento que aún existe en la playa homónima) y que pidió una copa de vino de Jerez.

El viento de aquella jornada, amenazaba con estropear la cata real, por lo que el dueño del establecimiento cubrió la copa con una loncha de jamón (lujos por aquellos años de escasez, solo al alcance de las altas élites, en un país donde mucha gente no sabía ni qué era la carne de cerdo).

Cuando el juerguista soberano, fue a catar el caldo preguntó qué era aquello, respondiéndole el mesonero, que “una tapa, para que no le entre arena en el vino” lo cual el rey aceptó de buen grado, repitiendo tanto él como su séquito la comanda, con otra tapa igual.


Existe otra versión, que además de sencilla, muy probablemente sea la más realista. (La versión más sencilla y fácil de las cosas suele ser la más acertada). Y es que antaño, en épocas de estío, donde además no existían los insecticidas químicos y los alimentos se conservaban en despensas donde en ocasiones se estropeaban y pudrían, abundaban los insectos, sobre todo las moscas y mosquitos, que en ocasiones solían acabar ahogados en los vasos de los parroquianos de tabernas y bares. 

Para evitar estas molestias, los avispados camareros, comenzaron a servir las copas tapadas con pequeñas tapas, en las que solían añadir algún aperitivo, tipo aceituna o fruto seco, que no solo impedía la entrada del insecto, sino que además, llenaba mínimamente el buche lo justo, para que el posible beodo, bebiera un par de vasos más y así, aumentara la cuantía de su cuenta. 


Tan sencillo...y tan nuestro hoy día, cuando el hecho de que no te pongan tapa con una consumición, es casi casi una ofensa...eso sí, en estas tierras del buen beber y el mejor yantar en tierras más turísticas...es otra historia!

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