Digámoslo
ya. Es tiempo de terracita y caña, disfrutando de este tiempo,
ahora que además los días son más largos y el calor está aquí.
Los
bares se llenan (nunca se vaciaron) y en muchas zonas de España,
esas largas conversaciones a la mesa de cualquier bar, irán acompañadas
de su correspondiente Tapa.
Es más, una
cerveza o cualquier consumición sin su tapa, no merece la pena para nada
y el éxito o fracaso de muchos establecimientos, se debe a estas pequeñas cantidades de comida que se sirven en los bares para acompañar a la bebida y que se conocen popularmente como tapas.
El uso de este vocablo como sinónimo de aperitivo tiene un origen dudoso.
Existen dos explicaciones del mismo:
La explicación histórica dice que el abyecto rey Alfonso XIII en una visita a Cádiz de regreso a palacio se
detuvo en la llamada Venta o Ventorrillo del Chato, (establecimiento
que aún existe en la playa homónima) y que pidió una copa de vino de Jerez.
El
viento de aquella jornada, amenazaba con estropear la cata real, por lo
que el dueño del establecimiento cubrió la copa con una loncha de jamón
(lujos por aquellos años de escasez, solo al alcance de las altas
élites, en un país donde mucha gente no sabía ni qué era la carne de
cerdo).
Cuando el juerguista soberano, fue a catar el caldo preguntó qué era aquello, respondiéndole el mesonero, que “una tapa, para que no le entre arena en el vino” lo cual el rey aceptó de buen grado, repitiendo tanto él como su séquito la comanda, con otra tapa igual.
Existe
otra versión, que además de sencilla, muy probablemente sea la más
realista. (La versión más sencilla y fácil de las cosas suele ser la más
acertada). Y es que antaño, en épocas de estío, donde además no
existían los insecticidas químicos y los alimentos se conservaban en
despensas donde en ocasiones se estropeaban y pudrían, abundaban los
insectos, sobre todo las moscas y mosquitos, que en ocasiones solían
acabar ahogados en los vasos de los parroquianos de tabernas y bares.
Para
evitar estas molestias, los avispados camareros, comenzaron a servir
las copas tapadas con pequeñas tapas, en las que solían añadir algún
aperitivo, tipo aceituna o fruto seco, que no solo impedía la entrada
del insecto, sino que además, llenaba mínimamente el buche lo justo,
para que el posible beodo, bebiera un par de vasos más y así, aumentara
la cuantía de su cuenta.
Tan
sencillo...y tan nuestro hoy día, cuando el hecho de que no te pongan
tapa con una consumición, es casi casi una ofensa...eso sí, en estas
tierras del buen beber y el mejor yantar en tierras más
turísticas...es otra historia!
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