domingo, 12 de marzo de 2017

Ruta de Fuensanta a Cueva Terriza: Donde duermen la Leyendas

Ahora que va terminando la temporada de la aceituna y los campos vuelven a una relativa calma tras los meses de recolección en los que han estado plagados de visitantes y de maquinaria, y puesto que también la primavera se va aproximando haciendo que el verde vuelva a ataviar nuestros olivares y sierras, apetece salir de ruta para explorar una vez más la Sierra Sur de Jaén; este vergel desconocido e inexplorado por muchos, y olvidado por tantos y tantos que ignoran todas las maravillas que atesora.

Hoy, os invito a descubrir una de esas maravillas que esconde nuestra sierra y que ha sido protagonista de no pocas historias y leyendas.


Nos vamos a descubrir la Cueva Terriza de Fuensanta de Martos.

Para comenzar esta fácil e interesante ruta, podemos tomar como punto de inicio el Parque de la localidad y la Fuente que da nombre a la misma, la Fuente Santa o Fuente de la Negra; un lugar famoso desde hace siglos por sus aguas, se cree, sanadoras, mágicas y telúricas, que aunque quedará alejada de nuestro objetivo en esta ruta, también tendrá su parte de protagonismo. 

Pero no adelantemos acontecimientos.


Desde aquí, podremos recorrer los escasos metros de la Avenida del Río hasta llegar al Pilar de las Tinajas o Vadera, desde donde nos dirigimos hacia las afueras del pueblo ascendiendo lenta y trabajosamente por estas calles adaptadas a los cerros en los que se asientan.


Poco a poco, los olivares y almendros salpicados de pequeñas huertas y casas de campo, van dando paso a las encinas y matorrales mientras que se van abriendo, proporcionando unas grandiosas vistas primero de la propia Fuensanta y después, de muchos pueblos del entorno hasta terminar por regalarnos unas curiosas vistas del Cerro de la Mota y de la Fortaleza de Alcalá la Real.



Y digo que son unas vistas curiosas puesto que uno no está acostumbrado a deleitarse con las vistas de este histórico cerro...ya que desde mi lugar de residencia, las cumbres de Ahillos y de Caracolera, entre Martos y Alcaudete, esconden cualquier visión más allá de las mismas.


Mientras recorremos los olivares, van surgiendo ante nuestros ojos cerros rocosos a los que nos vamos acercando peligrosamente, en cuyas laderas no ha conseguido arraigar el olivar, estando aún pobladas por bosques de encinas y coscojares.


En este momento, al encaminarme hacia la cima de estos cerros pelados, donde el olivar se va encajonando en las cañadas y barrancos...os tengo que hacer una advertencia. De buena seña sé, que existen rutas señalizadas para llegar a la cueva en cuestión a la que nos dirigimos. Pero yo siempre he creído que seguir los caminos ya establecidos, recorridos por otras personas, es aburrido y predecible. Yo, siempre prefiero la ruta más directa, aunque sea desconocida y salvaje, ya que siempre suele deparar más de una sorpresa e incluso me puede poner en algún apuro, que hace que luego recuerde con más cariño o menos tal o cual ruta.


Hay amores que matan y el mío es el senderismo, qué le vamos a hacer.


Volviendo a lo importante. Una vez llegados a un pequeño olivar, encajonado en el fondo de un barranco, llega el momento de ascender a las cumbres rocosas que hasta el momento nos estaban vigilando desde arriba. En la ascensión, podremos disfrutar de hermosas vistas de los encinares y de las sierras que circundan esta zona.


Debemos ir preparados para llevarnos algún que otro sobresalto y es que en esta zona, abundan las cabras montesas en gran número, además de búhos y águilas a los que deberemos molestar lo menos posible, puesto que en estos momentos, seremos nosotros los que estemos en su casa.



Tras el pequeño ascenso, llegaremos a un claro en el bosque labrado para la búsqueda de setas que en esta zona también son muy numerosas y suculentas, y es que aquí abundan las setas de cardo, entre otras.


Caminando por el límite del campo arado, llegaremos a una higuera que llama la atención por ser la única de su especie en todo el bosque y sobre todo, porque bajo sus ramas y raíces, se abre un enorme boquete en el suelo.


Ante nuestros ojos, aparece la Cueva Terriza.


Una estancia de unos 20 metros cuadrados surge bajo el suelo del bosque. A la vista queda que ha sido utilizada usualmente por pastores que seguramente la utilicen como refugio ante las inclemencias del tiempo, aunque en el interior de esta estancia subterránea, nunca deja de gotear el agua que se filtra por todas partes y que llena de musgos todas las paredes, dándole a las mismas un aspecto extraño y fantasmagórico.


La cueva se va estrechando conforme baja, al tiempo que la luz que se adentra en ella se reduce rápidamente, haciendo que el fondo de la misma sea un lugar lúgubre y agobiante al que no mucha gente es capaz de asomarse y con razón, puesto que esta cueva termina en un pozo casi vertical de unos 10 metros de profundidad. En este punto, surge otra pequeña estancia a la que solo pueden llegar los atrevidos e intrépidos aficionados a la exploración de estas estancias subterráneas que tengan experiencia y vayan pertrechados para la escalada, claro, ya que en este pozo abunda y mucho la humedad y el agua.


De este lugar, surge la leyenda de que hace mucho tiempo, en la cueva se guardó gran cantidad de paja para alimentar al ganado y que cuando la misma fue cayendo por el pozo, fue arrastrada por las aguas subterráneas hasta surgir por la Fuente de la Negra, donde comenzamos nuestra ruta.


También cuenta la historia, que en este lugar la guerrilla de Cencerro encontró en varias ocasiones refugio durante sus andanzas contra la dictadura franquista, como ya habían hecho los bandoleros decimonónicos que lucharon contra los franceses en la Guerra de la Independencia, como el guerrillero Luis Candelas o Antonio "el de Martos".



Por no hablar de las historias de fantasmas, aparecidos, almas en pena y tesoros magníficos escondidos en este sitio que siempre suelen llenar estos lugares oscuros, tan llenos de misterio para el hombre desde tiempos ancestrales.


Una vez terminada nuestra visita a las entrañas de la Tierra, toca proseguir la ruta adentrándonos aún más en la espesura del bosque. Un bosque que termina en cuanto alcanzamos la cumbre de la montaña, donde la vegetación desaparece en gran parte. Nos encontraremos en un roquedal donde la mano del hombre ha dejado su huella durante milenios y las grandes cantidades de roca que aquí encontramos, han sido prolíficamente utilizadas para la construcción de chozas y corrales, o simplemente aparecen acumuladas en grandes cantidades, en un intento de dejar hueco a las tierras de cultivo, ya que antiguamente estos lugares fueron zona de siembra de cereal.




Desde estas alturas, podremos contemplar unas singulares vistas de toda Fuensanta, de la Peña de Martos, del Pantano del Víboras y de toda esta parte de la Sierra Sur de Jaén, mientras vamos perdiendo altitud y regresando hacia nuestro punto de partida, acercándonos por los cortados del despeñadero de Fuensanta.




Así, llegamos al final de nuestra ruta y nos adentraremos una vez más por las callejuelas de Fuensanta de Martos. Un lugar que debe su nombre y denominación al pérfido rey Alfonso XIII, quien en 1916 decidió cambiar la denominación de muchos pueblos de nuestra provincia.



Con este dato histórico, terminamos, sabiendo que muy pronto, volverán nuestros pasos a recorrer estos hermosos parajes.

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