Saludos,amig@s!
Antes de nada, toca pedir disculpas pues este verano no he podido escribir ni la mitad de lo que me hubiese gustado y tenía pensado; a veces el trabajo y demás ocupaciones nos absorben en exceso y olvidamos dedicar el suficiente tiempo a estos placeres de la vida.
Con la llegada del otoño y a la espera de esas lluvias salvadoras que devuelvan la vida a nuestros sedientos campos y olivares reinicio el viaje por Jaén, después de un verano de récord para este blog que en solo 3 meses ha recibido más visitas que en varios años.
Hoy para empezar con fuerzas me quedo en casa. Sí, hoy de nuevo quiero hablar de mi terruño, de mi querido Martos y quiero escribir sobre algo que ya he referido en alguna ocasión.
Y es que esta ciudad bimilenaria asentada sobre esta Tercera Columna de Hércules que es la Peña de Martos, tiene un trazado urbano más que peculiar debido al entorno en el que se asienta que proporciona entre muchas cosas, una enorme cantidad de miradores que ofrecen mil visiones y paisajes diferentes de esta ciudad olivarera.
Y como he dicho ya en varias ocasiones, lamentablemente la gran mayoría de estos miradores son unos grandes desconocidos y no me cabe duda alguna, que en otro lugar con mayor visión del patrimonio y con mayor preocupación por atraer al turismo se habrían convertido en una ruta turística urbana que podría hacer las delicias de turistas, fotógrafos, pintores y un largo etc.
Pues esto mismo es lo que me planteo hoy. Hoy vamos a pasear, a dejarnos llevar por esta ciudad para conocer sus secretos y disfrutar la multitud de paisajes que nos ofrecen en esta Ruta de los Miradores.
Pero lo vamos a hacer mirándonos a nosotros mismos con ojos nuevos, con la curiosidad casi de un niño e imaginando que somos un hipotético visitante que llega a nuestra ciudad. Podemos imaginarnos llegando a Martos desde la autovía, donde preside el paisaje nuestra peña y se asoma tímidamente nuestra Torre del homenaje. Puesto que como turista nuevo no conocemos la ciudad, decidimos aparcar en el amplio aparcamiento del cementerio, donde ya sorprende las vistas de una pequeña porción de nuestra ciudad.
Como ciudad autoproclamada por muchos cuna del olivar, discurrimos por los olivares que se asientan en todo el Cerro de la Fuente de la Villa. Olivares que ocupan un paisaje hasta hace bien poco cultivado de cereal, del que quedan aún pequeñas parcelas y que hace que todos los olivos que nos rodean sean muy jóvenes.
Entre árbol y árbol, la Peña nos vigila altanera coronada desde siglos por su corona mural, desvencijada tristemente por los siglos y los detalles van surgiendo.
El histórico barrio de la Fuente de la Villa comienza a aparecer formando una imagen curiosa. Cualquiera diría que estamos en un pequeño pueblo de montaña y que estamos viendo la totalidad de la población, ya que el resto de Martos se encuentra oculto tras la mole imponente de la Peña y del Cerro de la Villa, coronado también por un castillo adaptado a la estrecha y roquera cima del mismo.
Abandonando el olivar, descendemos hasta un antiguo barrio hoy desaparecido bautizado como " El Cerro" donde la visión del Barrio de la Cornacha aumenta.
Entre viejos paños de muralla, que protegen huertos urbanos cultivados desde hace siglos y que antaño cerraban esta parte de la ciudad medieval podemos ver imponentes casonas, que cuentan historias de pasados lujos y riquezas.
Podemos ver el campanario de Santa Marta adornando el horizonte y presidiendo la escena, la Plaza de la Fuente de la Villa junto a la Iglesia de San Amador, Santo Patrón de la ciudad que llegó a caminar por esta ciudad hace muchos siglos.
Recorriendo el Cerro, nuestros ojos van descubriendo nuevos detalles de las murallas que se agarran a las laderas del cerro de la Villa donde sobresalen numerosas torres escondidas entre la frondosa vegetación del cerro.
Observando la belleza de este barrio histórico, uno de los primeros en construirse extramuros de la ciudad medieval, comenzamos a descender hasta la citada Plaza de la Fuente de la Villa...pero casi instantáneamente nos topamos con una nueva visión. El camino ancho, antigua vía pecuaria donde se encuentran un pequeño grupo de casas que ocupan una sola acera, muestra otra cara diferente del que aún parece una pequeña ciudad de montaña, coronada por numerosos campanarios de iglesias y conventos.
El discurrir por el popular Camino Ancho, nos lleva hasta una zona nueva de esta ciudad y en este punto podemos darnos cuenta, de que los dos castillos que la protegen parecieran en este punto abrazarse, al tiempo que rivalizan entre sí para ver quién es el más poderoso e importante.
Tornando al barrio antiguo, el paseo nos arrastra hacia un pequeño parque perdido en las laderas de la Peña conocido por muchos por El de la Cuesta del Lavadero. Y en la cima de dicha cuesta un nuevo mirador, que esta vez nos muestra la visión opuesta de este barrio, que parece está repartido entre cerros y cañadas que seguramente antaño estuvieron surcadas por cursos de agua.
Y observándonos impasible e impresionante a nuestras espaldas, la formidable pared de roca de la Peña de Martos, retándonos a escalar a su cima donde se asienta una fortaleza antaño inexpugnable.
Ascender hasta la cima de esta montaña, es coronar uno de los más importantes miradores naturales de esta parte de la provincia, adornado con mil leyendas y una enorme carga histórica. Desde aquí se puede observar una enorme extensión de terreno, que no solo abarca toda la Sierra Sur de Jaén, sino también cimas de Granada, Córdoba e incluso algún lejano pueblo de Despeñaperros y Sierra Morena. Casi toda la poblacion marteña se puede ver desde esta atalaya donde cuenta la leyenda que fueron despeñados dos hermanos por orden real, que terminaron arrastrando a un rey a la tumba por orden divina.
Al regresar a la ciudad, bajando por la vertiginosa pendiente que mira hacia la Plaza de la Constitución, llegamos a viejos barrios olvidados, con nombres que nos recuerdan una vez más, que ingresamos en la ciudad medieval. En la Calle de la Peña, cercana al Arco Ventosilla ( una antigua puerta de la muralla, donde se conoce, debía hacer correr mucho viento ) casi olvidado, encontramos un antiguo solar de una casa, un balcón con unas vistas privilegiadas de toda la Plaza de la ciudad, del campanario renacentista de la Real Parroquia de Santa Marta, junto a la Antigua Cárcel y Cabildo. Lástima que tan digno mirador, goce de tan poco conocimiento e importancia.
Perdidos por las tortuosas callejuelas que se dirigen hacia la Plaza, podemos ver las Torres del Castillo asomando sobre el caserío, vigilando desde hace siglos.
Y llegamos al centro neurálgico de la ciudad, y nos acercamos hacia el Mercado de Abastos, que tras la reconstrucción de este añejo edificio ofrece desde la azotea una panorámica hermosa e histórica, rodeada de huertos, campanarios, murallas y casonas con importantes escudos nobiliarios, escondidos por la desidia y el desconocimiento bajo capas de cal.
De tanto ver el Castillo de la Villa, nos dirigimos hacia el mismo, primero para conocer la portentosa Torre del Homenaje, obra calatrava que se alza reconstruída y majestuosa, cual Torre del Oro del olivar y que ofrece desde su cima un importante mirador, de toda la Peña con la que estuvo comunicada directamente hace siglos, de las casas que se derraman por las laderas de la montaña, y ofrece al tiempo vistas de las traseras de antiguas mansiones elegantes, en las que sorprende la aparición de aves exóticas, pues más de una avestruz cuellilarga se puede ver asomando por las tapias de los patios.
Sin movernos un ápice del recinto amurallado, aunque a día de hoy se encuentra invadido por el caserío que lo ocupó a mediados del siglo XX, podemos visitar dos miradores más.
El primero, en la hoy amplia plazoleta presidida por dos grandes palmeras, que antaño se encontraban situadas en los patios de un gran edificio que ocupaba todo este solar. Desde aquí, la vistas hacia la Peña, el casco antiguo con la Plaza, el Convento de las Trinitarias y las antiguas murallas que cerraban esta parte de la ciudad copan nuestra vista.
Y a tan solo unos pasos, el mirador del Santuario de la Virgen de la Villa, asentado en un extremo de la muralla del castillo que ofrece una impresionante estampa de toda la ciudad: del barrio del Llanete, de la Fuente Nueva y del desaparecido Cinema Olimpia, de la Avenida de San Amador directa hacia la Estación del Tren y de todo el mar de olivos marteño.
Y entre las murallas, nuevos paisajes ofrecen otros nuevos miradores, a los que se acercan muchos marteños y visitantes para conocer tan dignos miradores rodeados además de historia.
Abandonando la ciudad amurallada y recorriendo parte de los barrios que fueron surgiendo tras la expansión de la ciudad fuera de las murallas, paramos primero en una calle de nombre singular, Vereda Ancha, con un mirador escondido y desconocido por muchos marteños mientras nos dirigimos al "barrio de las flores" como muchos los llaman, para conocer la Calle Madera, peculiar calle plagada de terrazas que adaptan las casas al desnivel de la zona, adornados todos con multitud de flores y plantas que hacen más especial, las vistas de que se vislumbran de la ciudad desde esta zona.
Algo más arriba, el popular Paseo del Calvario. Construido según consta en el arco que preside el espacio, en los "felices años veinte" y rodeado por un lado por la milenaria peña (que deja ver en esta zona de la ladera inscripciones romanas) y por otro, la visión de gran parte de la ciudad nueva, de los olivares y sierras circundantes, muchos de ellos a decenas de kilómetros de distancia.
Acercándonos ya al final de nuestro periplo marteño, bajamos a la zona nueva buscando el teatro, escondido entre la vegetación del Parque, desde cuya entrada podemos deleitarnos con la vista de todo el conjunto histórico de la ciudad, presidido por la Peña, montaña cada día más popular, ya que son muchos los que se acercan a su cima para saltar en parapente y disfrutar de Martos a vista de pájaro.
Tras estas impresionantes vistas cedidas por Jesús González Gallardo llegamos al final de nuestro paseo marteño, a sabiendas que son muchos los lugares que quedan en el tintero...para una próxima ruta
Excelente trabajo Miguel Angel. Efectivamente son muchos los tesoros que esconde la milenaria Tucci.
ResponderEliminarMil gracias amigo!! Efectivamente nuestra milenaria ciudad guarda muchos tesoros y como tantas veces hemos hablado...desconocidos
Eliminarun abrazo
Vuen trabajo pero como siempre se olvida de una cale tan famosa como las peñuelas calle antigua con su piedra y cube y unas vista favulosas y casa adonada de flores
ResponderEliminarGracias por tu comentario!! En proximas ediciones no te preocupes, hablare y mucho de ese hermoso barrio!
EliminarMe gusta mucho tu blog, y todo lo refente a Martos en especial. Buena entrada
ResponderEliminarGracias por comentar y por tu visita!! mil gracias! un abrazo
EliminarPrecioso reportaje!!!
ResponderEliminarHe pasado varias veces por Martos y nunca me he parado, pero viendo tu reportaje seguro que lo hago la próxima vez que pase por allí.
Un saludo.
Gracias por tu visita y por comentar. Martos merece y mucho la pena, te recomiendo que lo visites!
Eliminar