El artículo que os presento hoy, apareció este verano en la edición número 38 de Aldaba firmado por mí y aquí os lo dejo adaptado a este blog, como algunos me habéis pedido para que su consulta sea más directa y fácil:
El
paraje sobre el que se centra este artículo
se encuentra en el término municipal de Torredonjimeno casi en la linea divisoría con Martos y aunque los 500 metros escasos que separan estas trincheras de la línea
de demarcación marteña no son nada, este paraje estuvo muy asociado a Martos hace 80 años. Descubrirlo ayudará a conocer nuestra historia reciente, de la que
es bastante sorprendente el
profundo desconocimiento
que todavía la envuelve.
Pese a que la Guerra
Civil es un episodio, históricamente
muy próximo a nuestro
tiempo, e incluso aún perduran
gentes que vivieron y sufrieron
esa tragedia, el miedo
engendrado
en la posguerra hace que las
trincheras de las piedras de Cuca, como otras muchas cosas de ese episodio bélico,
permanezcan olvidadas en un anonimato
que es más difícil de entender cuando resulta que este
conjunto arqueológico es uno de los
vestigios de la Guerra Civil que mejor se conserva de todos
los existentes en la provincia de Jaén, y de parte de Andalucía probablemente.
El hecho de que las trincheras se encuentren junto
a yacimientos arqueológicos iberos y romanos hace más
interesante si cabe el lugar y sería muy aconsejable que
alguna institución, sea local o provincial, se plantease en serio
su excavación, recuperación y revalorización, siguiendo
el ejemplo de otros muchos enclaves, tanto a nivel andaluz
como nacional, que se han recuperado y se han constituido
como unas auténticas aulas de historia al aire libre.
Estas trincheras fueron
construidas en 1937 tras la bautizada “Campaña de
la Aceituna”, cuando las tropas nacionales bajo las órdenes
del maníaco Gonzalo Queipo de Llano avanzaron
sobre la Subbética Cordobesa, frenando su progresión en
Lopera y Porcuna donde se detuvieron y se estabilizó el
frente, ante la fuerte oposición encontrada en la ocupación de estas localidades a finales de 1936, en la que participarón numerosos efectivos de las Brigadas Internacionales
recién incorporadas a la contienda. Tras la conquista, el frente se consolidó
en las inmediaciones de Higuera y Santiago de Calatrava, lo
que provocó que dichas poblaciones fuesen evacuadas y los
desplazados se refugiasen mayoritariamente en las cercanas
poblaciones de Martos y Torredonjimeno.
Ante el grave
riesgo de un avance de las Tropas Nacionales sobre las del
Ejército Popular Republicano asentadas en Martos como
enclave principal de la retaguardia republicana en el sur
de la provincia de Jaén, los mandos del E.P.R ordenaron
la construcción de una segunda línea de resistencia que
se extendería desde Monte Lope Álvarez (en concreto
desde la cortijada del Coracho), pasaría por las
estribaciones del Cerro de las Piedras de Cucas (cercano a
Lendínez) y proseguiría en dirección a Escañuela.
Esta segunda línea tendría como punto de resistencia
al estratégico cerro que nos ocupa, en el que los soldados tendrían una visión
completa y abierta del todo el territorio comprendido entre Santiago, Higuera, Porcuna y Martos.
Simultáneamente, la existencia
de dos carreteras, que comunicaban con Martos y con
Torredonjimeno, les proporcionaba un enlace directo para
recibir refuerzos y otros suministros, lo que aumentaba
todavía más el interés por construir estas fortificaciones.
Por ello, dichas carreteras fueron militarizadas y catalogadas
como de uso restringido, por lo que su acceso estaba
vigilado por unidades militares (en concreto, la de Martos
se hacía desde la orujera de Motril).
Inicialmente, la construcción de las trincheras fue
lenta, ya que en aquel momento no pasaba de ser un objetivo
secundario, puesto que el principal foco de atención
estaba fijado en propiciar un golpe de mano que devolviera
Porcuna al lado republicano.
Con este fin se
reunió a la XVI Brigada Mixta con milicianos procedentes
de Ciudad Real, al mando del diputado
comunista Pedro Martínez Cartón, quedaron emplazados
en este frente desde el 27 de diciembre de 1936.
Entre el 20 de enero y el 2 de febrero de 1937 la zona
soportó un fuerte trasiego de tropas, camiones y carros de
combate republicanos que procedentes de Martos, iban
en dirección a Porcuna; no obstante, el fracaso de esta
ofensiva republicana y el posterior avance franquista de junio
de 1937 en el que conquistaron el enclave llamado “Pilar
de Moya” (junto al cerro de la torre llamada popularmente Juancubierta), propiciaron una situación casi desesperada
para los republicanos en esta zona, por lo que se encargó
la construcción de las defensas a los ingenieros de la citada
Brigada XVI, con el apoyo de los de la XX Brigada Mixta
y de un batallón de fortificación, con el objeto de
acelerar la construcción de las defensas.
Aún así, las condiciones orográficas del lugar
dificultaron la excavación de las trincheras, que se vio ralentizada al llegar
a la cima del lugar y toparse allí con grandes bloques de
roca de yeso, lo que obligó a utilizar explosivos para poder
continuar el avance de la obra. Los restos de esos grandes bloques de
piedra desgajados fueron utilizados como idóneos
parapetos que facilitaban, aún más la defensa.
La construcción
de abrigos soterrados, de trincheras subterráneas,
de polvorines alargó bastante la realización de las obras,
ocupando todo el verano de 1937. Viendo las dificultades
que se planteaban, y para ayudar a la pronta terminación
del baluarte defensivo, desde el
C.O.I. (Cuartel Oficial de Información e Intendencia) sito
en el Castillo Bajo de Martos, se enviaron refuerzos procedentes
de los efectivos del Batallón de Ingenieros Zapadores que
se constituyó en la ciudad.
A partir de enero de 1938, la zona se convirtió en frente bélico principal, cuando la XXXI División franquista
decidió avanzar sobre Higuera de Calatrava, pese al escaso
interés estratégico de esta localidad que estaba
evacuada desde finales de 1936. Las escaramuzas duraron
hasta el 29 de marzo cuando finalmente las tropas franquistas
tomaron la localidad, después de varios intentos fracasados los días 14 de febrero y 2 y 6 de marzo. El 4 de
abril, la guarnición republicana de la zona (la XX División)
con la “139 Brigada” al frente contraatacó hasta llegar a
recuperarla, pero finalmente, la evacuaron en su totalidad
al día siguiente por falta de refuerzos, ya que simultáneamente
se estaba realizando un ataque nacional
de rectificación del frente en
Castillo de Locubín.
La caída de Higuera de Calatrava, y el lento pero
constante avance nacional hacia las posiciones de Martos,
primero, y Jaén, a continuación, hicieron que la posición
del Cerro de las Piedras de Cuca se convirtiese cada vez
más necesaria e importante para el ejército republicano.
Pero a pesar de esta necesidad,
la dotación militar apostada en la zona era escasa. Tal vez explique esta pobre dotación el que estamos hablando de un frente que, a excepción de la ofensiva
republicana sobre la ciudad de Córdoba, a la citada batalla
de Lopera y a la tardía batalla de Peñarroya, se mantuvo en
relativa calma, alejado de los escenarios principales de la
contienda, por lo que solamente 600 soldados (un batallón
aproximadamente) del Ejército Popular Republicano se
repartían por tan extenso campo de trincheras.
Es sorprendente, al consultar los mapas de operaciones,
comprobar como mientras en el frente de Madrid
se apelotonan las brigadas de uno y otro bando, en otros
frentes como el de Jaén los 3.000 hombres que en teoría
componían una brigada mixta, tenían que cubrir un enorme
frente que recorría casi todo el territorio nacional
de este a oeste, y que era más largo que el llamado Frente
Occidental de la I Guerra Mundial, y que
debía ser cubierto por dos ejércitos procedentes de uno
de los países más despoblados del oeste europeo en los
años 30.
La
tardía ocupación del Cerro, posiblemente, propició que en
la zona no se llevasen a cabo acciones militares de especial
relevancia hasta el fin de la guerra.
Sin embargo, la situación pudo ser distinta de haberse
prolongado más la contienda civil. Los mandos
del E. P. R. tuvieron planeada una resistencia a ultranza de
la República, resistencia que tenía como principal objetivo
el esperar la intervención de las potencias democráticas
que, tarde o temprano, acabarían enfrentándose a las fuerzas
del Eje (de hecho, así ocurrió tan solo 5 meses después
de terminar la Guerra Civil) y que el apoyo explícito que
la España de Franco recibió de las potencias fascistas provocaría
una intervención armada en la península Ibérica,
dentro del marco de la Segunda Guerra Mundial.
Por esta
razón planeaban un repliegue paulatino de sus tropas hacia
el sureste español que hiciese posible la prolongación del
conflicto. El general Vicente Rojo, comandante del Ejército
Republicano, apoyaba fervientemente esta idea: “ Yo no creo en la invulnerabilidad
de Madrid. El Madrid de la República, tras tres años de
asedio, hambre y miserias caerá pronto. Madrid resiste
porque no le han atacado directamente como en Cataluña.
El día que monten una ofensiva así no podremos
defendernos. Pero aún abandonando Madrid podemos
replegarnos lentamente hacia las Sierras de Jaén y Cazorla
y junto a las provincias de Alicante y Murcia, concentraremos
todos nuestros recursos bélicos para resistir. Murcia
es rica y producirá lo suficiente para abastecer a un ejército
de cien mil hombres. Por otra parte, Jaén es un enorme
terreno semidespoblado con mucha tierra sin labrar y
factible de ocupar por una gran cantidad de población. En
ese reducto se unirían todos los dirigentes y responsables
que tuviésemos, teniendo como salida Cartagena. Sería un
trozo de tierra que podríamos defender indefinidamente.
Yo confío en que una guerra prolongada definirá el éxito
a nuestro favor”.
DESCRIPCIÓN TEÓRICA DE LA ZONA
Remarcando lo de teórico ya que, tras el abandono
de las Trincheras del Cerro de las Piedras de Cuca tras la
Guerra Civil, la zona ha estado abandonada hasta hoy, con
el consecuente desgaste, derrumbe y colmatación parcial de las trincheras. Por tanto, dicha descripción
se fundamenta en posicionamientos teóricos basados
en los restos superficiales hallados en las distintas zonas y,
si en algún momento se afrontase una necesaria excavación
y reconstrucción de estas trincheras, muy probablemente
cambiarían estos planteamientos al aportar nuevos datos.
El grupo de defensas puede dividirse en dos zonas:
La principal, en el oeste del yacimiento,
estaría formada por un triángulo defensivo de trincheras de
resistencia, en cuyo interior se encontraría un observatorio
con visión directa del frente de Porcuna, Higuera y Martos,
que estaría comunicado telefónicamente con Martos y
Torredonjimeno. En este lugar, con toda seguridad, se
asentaría un puesto de mando y posiciones artilleras
de gran calibre, a juzgar por los orificios de anclaje de
gran tamaño que aún existen en la roca. En el exterior del
triángulo quedarían polvorines excavados en la roca. Por
otro lado y muy cerca del triángulo, por la profundidad de
las trincheras y restos materiales, pudo existir un refugio
antiaéreo junto a un pozo de tirador.
La segunda zona estaría formada por el resto de la
trinchera, que en la actualidad tiene más de un kilómetro
de recorrido, lo que convierte a este conjunto de trincheras
en uno de los vestigios de la Guerra Civil más extensos
y mejor conservados de la provincia, lo que nos daría un
motivo más para solicitar su urgente excavación y revalorización.
A lo largo de la trinchera se pueden encontrar 5
pozos de tirador, un puesto de fusil ametrallador, un abrigo para tropa, un asentamiento para una ametralladora y un
camino de evacuación aún existente.
CONCLUSIÓN
Han pasado prácticamente 77 años desde el final
de la Guerra Civil. En España, por desgracia, apenas se
han conservado vestigios de la Guerra, al contrario de lo
ocurrido en otros países europeos, donde los lugares ocupados
durante la I y II Guerra Mundial, como los campos
de concentración o de batalla, han sido asumidos como
pasado e historia que actualmente se aprovechan como
elemento de atracción turística.
En España el fin del régimen franquista trajo consigo
un intento de olvidar todo lo sucedido en
la contienda y en años posteriores. Nadie quería hablar, ni
recordar qué pasó en aquellos años.
Como
consecuencia de este pensamiento, paisajes como
las Trincheras de las Piedras de Cuca fueron olvidados.
Pero lugares como este pueden convertirse en enclaves
de atracción turística, enclaves en los que bastaría
con una pequeña excavación de los restos bélicos y una
reconstrucción de los paisajes, lo que se conseguiría con
una escasa inversión económica. Todo ello acompañado
con visitas guiadas, paneles interpretativos que expliquen
los acontecimientos de la Guerra Civil de una manera objetiva,
podían significar la salvación de un patrimonio que
urge proteger antes de su definitiva desaparición. 77 años después, es el momento
de reconstruir todo lo ocurrido, afrontándolo como la
historia que fue y que no debería repetirse, y no pasar
página como se hizo en el pasado.
Si enterramos estos lugares,
habremos perdido la oportunidad de
aprovecharlos, como hitos que mantengan
la memoria de lo que no debería volver a
ocurrir y como lugares que lo muestren a los
posibles visitantes, ya que la recuperación de
los vestigios arquitectónicos de la Guerra
Civil con fines turísticos está creando unos
flujos de visitas de turistas nacionales y extranjeros
muy importantes, porque y hay que tenerlo muy en cuenta, debemos
tener presente que ha nacido un turismo
de indudable interés cultural, histórico y
geográfico que ofrece un abanico de nuevas
posibilidades que afecta a nuestro patrimonio
y que nos da múltiples opciones si
queremos aprovecharlo… Solo
tenemos que quererlo.
PD: Para terminar y como anécdota para los aficionados a estos temas, os diré que este lugar está hoy habitado por fantasmas y nunca mejor dicho, puesto que son muchos los testimonios de hechos paranormales que se han producido en este lugar...pero eso, es algo de lo que ya hablaremos en otro momento.
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