Tal
y como prometí el año pasado por estas fechas, me dirijo de nuevo hacia
la pedanía marteña de Las Casillas para continuar explorando esta
parte del Término Municipal de Martos, que para mí es muy interesante y
sugerente, ya que esta parte situada al sur del término es una
excepción puesto que por aquí, el olivar no es el rey que ocupa todo a
cuanto alcanza la vista, sino que aquí tiene que rivalizar con bosquetes
e islas de matorral, encina y roquedales.
Y
lo hago de nuevo con motivo de la II Edición del Cross del Víboras,
que el año pasado consiguió un éxito rotundo de participación la cual
colapsó prácticamente las calles de Las Casillas, llenándolas de
corredores y senderistas, y convirtiéndose en un reclamo
deportivo-turístico muy importante de la provincia.
En
esta ocasión, quiero aportar una vez más mi grano de arena para dar a
conocer esta parte de mi pueblo, tan desconocida y que tiene tanto que
aportar y por dar a conocer.
Hoy os ofrezco una ruta para descubrir el Martos más rural, partiendo desde
Las Casillas en dirección a las cumbres de la Sierra de la Caracolera.
Nuestra
ruta partirá con vistas al Cerro del Víboras, en la orilla opuesta del
Río homónimo, donde tendremos unas vistas excepcionales de este
escarpado cerro, que cuenta con una dilatada historia.
Además
de contarnos mucho sobre ataques cristianos y contraataques nazaríes, de
tesoros maravillosos, de romanos y de íberos, este lugar nos puede
contar la historia de lo que aquí ocurrió hace aproximadamente 200
millones de años (período Triásico); cuando toda la zona e incluso toda
España se encontraba sumergida bajo las aguas del prehistórico mar de Thetis.
En
el lugar donde se encuentra este cerro, la corteza terrestre se
fracturó permitiendo que el magma de las profundidades de la Tierra
ascendiera en una chimenea volcánica, que aunque no llegó a perforar
totalmente dicha corteza y expulsar lava al exterior formando un
volcán, sí que permitió elevar los terrenos que se encontraban sobre
dicha chimenea, transformando a su paso los materiales que encontraba y
formando finalmente el Cerro del Castillo del Víboras, tal y como lo
conocemos.
Tras
alejarnos poco a poco de este enigmático e histórico lugar, vamos
recorriendo antiguos caminos utilizados desde hace siglos por los
aceituneros/as para transportar sus negras aceitunas, ayer en mulos y
burros, hoy en vehículos todoterreno y nos vamos acercando a la gran
muralla artificial del Pantano del Víboras.
Esta
mole gigante, que embalsa las aguas del Río Víboras, es un proyecto
decimonónico inicialmente pensado en 1905, que estuvo a punto de
construirse durante la dictadura de Primo de Rivera y que siguió siendo
una idea que rondaba en las cabezas de ingenieros en los años 50 del
pasado siglo, cuando el plan franquista bautizado como Plan Jaén
pretendía sacar del olvido a nuestra provincia. Finalmente, comenzó a
tomar forma en los años 70, cuando el Manantial de la Maleza que hasta
entonces abastecía a toda la ciudad de Martos, se quedó pequeño para
abastecer a una población creciente y tuvieron que acometerse las obras
para traer el agua a Martos desde el paraje del Chorro en la línea entre
Martos y Fuensanta.
En
ese momento, cuando comienza a construirse el Pantano del Quiebrajano
en Jaén, surge con fuerza la idea de llevar la construcción del Pantano
del Víboras a buen término, para asegurar el abastecimiento de agua a
unas 200.000 personas entre Jaén y Martos (Lopera, Porcuna, Higuera de
Calatrava, Santiago de Calatrava, Jamilena, etc.) formando el sistema
Víboras-Quiebrajano.
Este
pantano, construido finalmente en los años 90, fue originalmente
pensado para albergar 19 hm³ de agua, aunque en la actualidad no puede
guardar más que la mitad lamentablemente, al no haberse adaptado los
sistemas de evacuación de aguas de Las Casillas al mismo. Esperemos que
en el futuro, dicho problema finalmente concluya y este pequeño lago
artificial se convierta en el gigante que debe ser y pueda dar mucha
vida, tanto a las miles de personas y cultivos que dependen de él, como a
las cientas de especies animales que han encontrado en el mismo un
singular hábitat para vivir.
Llegados
a este punto, abandonamos los carriles pecuarios que hasta ahora
estábamos recorriendo y tomamos la carretera JA-3307 que nos llevará a
escalar las laderas de la sierra y nos irá acercando hacia la pequeña
pedanía de Villar bajo, compuesta por varios cortijos que se agrupan en
toda la zona, donde el tiempo transcurre más despacio y la vida, aún es
"como antaño", con varias familias viviendo de sus propios productos, ya
sean de la huerta o de su propio corral.
Sin
darnos cuenta, la cumbre de La Caracolera empezará a cobrar
protagonismo y al llegar a un pequeño puerto de montaña, donde ante
nuestros ojos aparece la vecina Sierra de Ahillos, volvemos a
adentrarnos en un carril de tierra donde el olivar omnipotente comenzará
a desaparecer y los encinares, pinares y coscojares salpicados de
madroños y retamas comenzarán a ocupar cada vez más
espacio, conforme sigamos ganando altura.
En
un momento dado, el carril de tierra se convertirá en uno de cemento,
muy posiblemente construido para vencer las grandes pendientes que
cualquiera diría que a cada metro son más empinadas.
Para
nuestra sorpresa, el olivar, en una idea obstinada por ocupar hasta el
último rincón fértil de la tierra, llega casi hasta la cima de la
sierra, donde francamente las condiciones deben de ser bastante duras
para
que se pueda dar una cosecha nimiamente decente.
En
este punto, en la Línea Divisoria entre Martos y Alcaudete, marcada
visiblemente por un mojón que muy posiblemente lleve colocado en este
lugar muchos siglos, comienza el ascenso final en el que la Sierra de
la Caracolera, bautizada así según parece por la existencia de cantidad
de fósiles marinos en forma de caracol (ammonites), se convierte en un
mar de piedra en el que apenas crecen algunas especies vegetales
adaptadas a las condiciones de esta cumbre.
Y
al llegar a la cumbre, podemos descansar y maravillarnos con las
impresionantes panorámicas que nos ofrece este lugar, visible desde casi
cualquier punto del Término de Martos y que en demasiadas ocasiones es
ignorado.
Desde
este magnífico observatorio podemos ver Martos, La Carrasca, Fuensanta
de Martos, La Bobadilla, Torredonjimeno, Castillo de Locubín, Ventas del
Carrizal, Luque, Priego de Córdoba y cómo no, Las Casillas de Martos,
con su pantano y su castillo.
Este lugar, muy frecuentado por aficionados al parapente y al paramotor, además de por senderistas, recogedores de frutos silvestres y fotógrafos, es un lugar ideal para relajarse, para olvidarse del mundanal ruido que siempre nos acompaña más abajo, en la civilización, al mismo tiempo que nos invita a pensar en tantísimas personas y en sus hogares que desde aquí podemos ver, que estarán sumergidas en su vida diaria, ignorando que mientras tanto, ahí, en esa cima de la Sierra Sur de Jaén estaremos nosotros, convertidos en vigilantes de todo este lugar que tanto tiene por ofrecer y por dar a conocer.
Es en este lugar, donde sucedieron no pocas historias de moros en desbandada, que en su huida, escondieron tesoros en estos riscos que jamás pudieron recuperar. En esta sierra, muy probablemente recorrida por bandoleros y guerrilleros antifranquistas, terminamos.
Por hoy, ponemos punto y final a esta ruta, eso sí, sin dejar de aprovechar de nuevo la ocasión para invitaros a participar en el Cross del Víboras.
¡La naturaleza, la historia y el deporte nos esperan!